10/2/09

Los superpecados


Hace unos días me enteré (no lo sabía) de que aparte de los siete pecados capitales (ya saben, esos tan malos por los que se puede ir al infierno, como comer más de la cuenta, por ejemplo), existen otros cinco superpecados de lo que parece que no hay escapatoria posible y que me hacen pensar cada vez más seriamente en el recurso de la apostasía. No los recuerdo exactamente, pero dos de ellos quedaron en mi memoria. El primero, por lo risible del asunto. Se trataba de pegar al Papa. Vamos, que si por alguna alineación planetaria alguien tiene la oportunidad de estar frente a frente con el Papa, lo suficientemente cerca y se le ocurre soltarle un bofetón, la ha jodido. A pasar la eternidad en la caldera de Pero Gotero. Supongo que antes de ser Papa no habría pasado nada. ¿O acaso esto tiene carácter retroactivo? Espero que no, porque si es así seguro que algún compañero de colegio de más de un Papa se condenó sin saberlo desde su más tierna infancia (quién sabe, lo mismo incluso yo ya estaría condenado por ello). Podría criticar el hecho de que esto pone al Papa por encima del resto de las personas en una religión que predica la hermandad de todos nosotros, pero no voy a perder el tiempo haciéndolo, pues el otro superpecado del que me acuerdo es mucho más jugoso y preocupante.

Parece que hay un tráfico preocupante (sic) de hostias consagradas. Probablemente se les haya quedado la misma cara que a mí cuando leí esto. Yo inmediatamente pensé: ¿para qué querría nadie comprar una hostia consagrada, máxime cuando las regalan todos los días previo aburrimiento de media hora? Y aquí viene lo mejor, pues hay gente tan chalada como los que convierten esto en un pecado, que las utilizan para la realización de misas negras. Y claro, eso de invocar al demonio utilizando para ello el cuerpo de Cristo está muy feo. Mirado fríamente se trata de lo siguiente: existen personas lo suficientemente locas como para creer que el demonio existe, que se lo puede invocar, que va a atender a sus deseos (vaya mierda de demonio) y que para ello hace falta un trozo de su enemigo, y vienen avaladas por otras igualmente locas que también creen que el demonio existe, que puede manifestarse e incluso tomar posesión de una persona, y por supuesto no van a consentirlo y perseguirán a sus adoradores por todos los medios, realizando exorcismos y, afortunadamente y gracias a las leyes actuales, ya no juicios inquisitoriales.

A mí, dado que mi respeto por la Iglesia Católica es cada día más escaso que el anterior, esto no me afecta demasiado. Pero para los creyentes es una burla monumental. El problema radica en que si alguien comete uno de estos cinco superpecados, el sacerdote no debe darle la absolución. Importa bien poco si está arrepentido, lo cual se supone que es el único requisito para dar esa absolución: no se le da y punto. Quizá se trate de cinco pecados contra el Espíritu Santo*, aunque en el caso de pegar al Papa lo dudo mucho (ahora que recuerdo, otro de esos pecados era absolver a alguien por haber cometido uno de estos pecados por los que no se puede absolver a nadie, lo cual ya roza la esquizofrenia).

Además, la falta de absolución no es lo más grave para quien se confiese de esto, sino que además el sacerdote está en la obligación de excomulgar al confesante e informar al Vaticano para que ellos tomen la decisión de cómo actuar. Así que de un plumazo un creyente, para quien estar en el seno de Dios y la Iglesia es algo de vital importancia, se ve expulsado de aquello en lo cree y el secreto de confesión a tomar por saco (hablando de esquizofrenia, creo que violarlo era otro de los superpecados). ¿Puede saberse qué idiota va a confesarse de una de estas cosas sabiendo lo que le espera?

Aparte de lo ridículo del asunto me parece vergonzoso el grado de presión sobre los creyentes: se les dice abiertamente de que hay pecados sin perdón (aunque Jesucristo no fue más benevolente en este aspecto) y si tienen la osadía de confesarse de ellos buscándolo se los excomulga y punto. Abramos todos nuestros corazones al amor de Dios. Amén.
*"Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro" [Mt 12:32]