31/12/08

Urte berri on

Feliz año nuevo
Feliç any nou
Prospero aninovo
Happy new year
Xin nian kuai le
Bonne année
Ein glücklinches neves jahr
Tchesti nova godina
Shchastlyvoho Novoho Roku
...

30/12/08

Mafalda


Hace ya un par de semanas que el diario Público terminó de dar su colección de Mafalda y he de reconocer que han sido catorce domingos de lo más divertidos gracias a este más que excelente cómic (cada vez se me resiste más la palabra "tebeo" si me separo de los clásicos Mortadelo y Filemón y Zipi y Zape). Bueno, corrijo: han sido sólo trece domingos, porque no pude comprar el número cinco, así que si alguien se hizo con él y no le tiene mucho aprecio, yo le agradecería inmensamente que lo hiciera llegar a mis manos.

Si alguien no me cree respecto a la calidad de Mafalda, debería abrir un poco su mente (son muchos los prejuicios que hay contra este tipo de literatura) y dejarse llevar por las ocurrencias de esta niña que es capaz de racionalizar el mundo adulto a través de su prisma infantil, y que está siempre preocupada por los males del mundo, odia la sopa y tiene cierta tirria a los chinos (esos malvados comunistas de los años setenta). Tampoco conviene perderse algunas de las ocurrencias de sus amigos: un capitalista en potencia que sueña con hacerse rico y admira a Rockefeller, una niña educada "a la antigua" que pone todas sus ilusiones en casarse y ser madre, un chico lleno de fantasías pero con muy poca decisión para cumplirlas, una chica con las ideas muy claras respecto a cómo es el mundo, un niño descarado e impredecible y, por supuesto, el hermanito pequeño de Mafalda, que por su edad magnifica todo acontecimiento.

Y si alguien no ha aprovechado esta colección, le recomiendo igualmente leer algo de Mafalda por cualquier vía, incluso tiene una página web (aunque, claro, yo siempre preferiré el papel). Les dejo aquí con un par de tiras para que valoren por ustedes mismos.

29/12/08

Citas


"Las emociones y la reflexión no son más que exceso de equipaje cuando tienes que eliminar a quienes amenazan tu existencia. Las suposiciones no son nada frente a los resultados. Y en la política es lo mismo. Así que no me considero un veterano, porque, verás... todavía estoy en Vietnam. Y ahora... también lo estás tú."

28/12/08

Misa para todos


A estas hora ya debe de haber terminado el acontecimiento madrileño de las navidades: la misa que monseñor Rouco Varela (creo que la iba a dar él, si no tanto da, el resultado es el mismo) iba a decir en la Plaza de Colón. Como podrán imaginar yo no he asistido, ni falta que me hace. Es más, he logrado esquivarla a pesar de las complicaciones que se han esmerado en plantear para ello. Cómo explicarme. Ayer por la tarde pasé por la zona y estaban probando la imagen y el sonido (unas pantallas enormes -no hemos reparado en gastos, por eso de la humildad- y un sonido del que en seguida les hablaré). La cosa es que ya en la Cibeles se oían los dichosos altavoces, y se oían en estéreo, no vayan a pensar que en la lejanía, y cuando pasábamos por ahí no teníamos ni idea de a qué se debía ese volumen descomunal, es más, creíamos que el artificio de semejante potencia de sonido se hallaba en algún lugar allí mismo, al lado de la Cibeles. Pero no. Pasamos a la diosa y no veíamos nada por ningún lado, al tiempo que sentíamos aumentar los decibelios. Aquello era un suplicio para los paseantes, no quiero ni pensar para los que vivan por allí cerca, vaya castigo.

Al fin llegamos a la Plaza de Colón y pudimos comprobar que todo aquel estruendo venía de allí. Un escenario enorme con altavoces, un cristo románico (no me hagáis mucho caso, mis lecciones de arte están ya en el limbo, que como por otro lado la Iglesia dice ahora que no existe pues no sé dónde habrán ido a parar) descomunal y una pancarta tipo manifestación con una frase de Juan Pablo II (me niego a escribir su nombre verdadero como hacen algunos “eruditos” que quieren fardar de conocimientos, si se lo cambió es por algo) que venía a decir que el futuro de la humanidad tiene que pasar por la familia cristiana, o algo así. Como pueden observar muy inocente no es que fuera la misa.

Pero bueno, si la Iglesia quiere decir que ellos no se meten en política y luego convocan manifestaciones (porque reconozcámoslo, esa misa no es mucho más que una manifestación encubierta a la que habrá acudido mucha gente que no tenga demasiada idea de cómo es una iglesia por dentro), allá ellos. Aunque he de decir que mi más indignado asombro (aparte del tema del sonido, claro) llegó cuando ví que ese escenario preparado para darse un baño de multitudes (no para otra cosa) estaba orientado a la carretera, una intersección de cinco calles en una de las vías más importantes de Madrid (no quiero ni pensar el follón de tráfico que se ha tenido que montar hoy).

Así que ya lo ven: una misa-manifestación con altavoces a toda potencia en pleno centro turístico de Madrid, capital de un estado supuestamente aconfesional. Y luego se quejará la Iglesia de que el gobierno le da de lado: no me extraña en absoluto que el resto de Europa nos mire con cierto desprecio. Todos los que vivan ahí, todos los turistas, todo el que simplemente pasara por ahí, se ha visto obligado a asistir a una misa católica fuera cual fuese su credo religioso, sin poder escapar a una potencia de sonido que para sí quisieran muchas discotecas pero en plena calle, ni al consiguiente caos circulatorio. Esto es la libertad de culto bien entendida.

P.D.:
Efectivamente la misa no ha tenido nada de misa sino más bien de pura manifestación. Después de escribir lo anterior he leído la prensa en Internet y el señor Rouco ha soltado perlas como las siguientes: “Estremece el número de los que son sacrificados por la sobrecogedora crueldad”, refiriéndose al aborto y tildando de paso a todos aquellos que toman una poscoital (ojo, no que abortan) de asesinos; ha llamado a los homosexuales poco menos que depravados amparados por el gobierno, diciendo que hay que defender la familia de lo que “en tantos ambientes de la sociedad está de moda y que dispone de tantos medios y oportunidades mediáticas para su difusión”, lo que equivale a decir que habría que encerrarlos en guetos hasta su desaparición o algo así. No sigo porque gentuza como él me hace sentir vergüenza de la comunidad católica de la que cada vez me siento más alejado.

26/12/08

Citas


Lo que le pasa a este pueblo, señor Marivale, es que... Este pueblo es demasiado tolerante. No hay otro país en el mundo donde esto se permita...

JOHN DOS PASSOS, Manhattan Transfer

16/12/08

Diarios madrileños (4)




11/12/2008

Esta ciudad está empezando a tocarme las narices pero bien. Tenía yo que ir a una entrevista para un curso de impresión (adelantaré acontecimientos y dejaré dicho que la entrevista nunca llegó a realizarse) y para ello necesitaba coger un autobús. Tengo yo un abono de transporte urbano que en teoría sirve para metro y bus y por el que me clavaron cuarenta y tres euros (lo cual de por sí ya es una barbaridad, pues no existe ninguna otra posibilidad de abono, con lo cual la comunidad de Madrid está empeñada en que te gastes una pasta en transporte sí o sí) y que curiosamente no servía en absoluto para coger aquel autobús. Sabía que tendría que pagar pues me dirigía a otra zona más alejada que la que me permitía alcanzar mi billete: el asombro vino cuando me di cuenta de que aunque me bajara en una de las dos primeras paradas (todavía dentro de Madrid), tenía que pagar igual, mi billete sólo era un trozo de cartón inservible.

De modo que pagué: un euro (que había que sumar a los otros cuarenta y tres que ya llevaba gastados en transporte, más un euro y medio que hay que pagar para que te den una estúpida tarjeta sin sentido para conseguir el abono).

Cuando llegamos a mi parada la puerta no se abrió para que bajaran pasajeros. Debo señalar aquí que el autobús en el que me encontraba no era un urbano (una villavesa, para los de Pamplona) sino un interurbano (uno como esos de la CONDA). Sorprendido pregunté a los pasajeros a mi alrededor qué debía hacer para que se abriera la puerta, y ninguno se dignó a responder (que nadie me hable a partir de ahora tampoco de la enorme amabilidad de los madrileños). Ante su negativa lancé una voz al conductor pidiendo que me abriera: me ignoró igualmente y continuó su marcha (me salté la parada, o más bien, ésta me saltó a mí). Para la siguiente, una persona (a mi lado; esto es, uno de los cabrones que no se habían dignado a responderme) se levantó y fue hasta un botón de parada como el de las villavesas, en el que yo no había reparado, así que me bajé una parada más tarde y me ví tirado en mitad de la autopista sin tener ni idea de cómo regresar a Madrid.

Tras caminar un rato por la autopista entré en un polígono, donde había un bar en el que pude preguntar por la parada del autobús hacia Madrid, y obtuve respuesta a la primera, tuve más suerte que en el interior del bus. Así que una vez localizada, me dirigí a la marquesina correspondiente y conté hasta CINCO autobuses que pasaron de largo al verme en la parada (no les apetecería parar sólo para una persona; ahora tendría que ponerme a echar pestes de los conductores y los servicios de transporte público de Madrid, que son los más vergonzosos que he visto en mi vida, pero creo que lo dejaré para otro día). También, en mi espera, vi aterrizar cinco aviones, que uno puede verse por eso de la casualidad, pero cuando ya vas por el quinto sabes que algo no va muy bien.

Por fin paró el sexto autobús, subí, pagué... uno con sesenta. A ver, ¿por qué esa subida de precio si el trayecto era el mismo que a la ida? ¿Estaba pagando un sobresueldo para el conductor? Será mejor no pensar demasiado en ello.

Nota mental: Todas aquellas maldades de las que fui advertido antes de ir a Barcelona, las estoy padeciendo en Madrid. A partir de ahora no debo fiarme de ningún madrileño por el sólo hecho de serlo.
Billete de ida

Billete de vuelta

8/12/08

Las sorpresas de la capi (1)


Y yo que creía que esas salas de cine sólo existían en las pelis chungas de los Estados Unidos. Pues resulta que no, que existen en la realidad, y nada menos que en pleno centro de Madrid, justo entre la Puerta del Sol y la Plaza Mayor. Menuda sorpresa me llevé. Y no fui el único, pues tras verme hacerlo a mí, varias personas parecieron perder la vergüenza y comenzaron a fotografiarla ante la mirada nada complacida de la taquillera, que parecía que iba a atacarnos en cualquier momento.


Pero que nadie se meta con estas salas de cine, digamos, independiente, pues son muy comprometidas. Basta mirar la cartelera. La primera sesión, como podemos comprobar, expone una película que denuncia la delicada situación ecológica que vive el planeta, en la que Gina actúa como una alegoría de los países primermundistas que se niegan a reducir sus emisiones contaminantes, tal y como les reclama el protocolo de Kioto.

La segunda sesión, en cambio, proyecta una película de corte más tradicional, una historia de mujeres que reivindica su papel en la sociedad actual, pero sin convertirlas en feministas radicales, sino teniendo en cuenta su sutileza y delicadeza. Claramente tiene tintes clásicos que provienen de la literatura áurea, de obras como La lozana andaluza, que reivindica la capacidad de la mujer para imponerse sobre la opresión masculina en una sociedad machista.

Unas salas, como se ve, llenas de cine comprometido y a las que la capital ha sabido proteger por ello como se merecen.

2/12/08

Citas


"Es usted muy listo. Yo no lo soy tanto. Cuando necesito averiguar algo, busco a alguien que sepa más que yo. Y voy y le pregunto. Aunque a veces soy algo bruto." - Marv

FRANK MILLER, Sin City: El duro adiós

26/11/08

¿Tíbet libre?


Seré esquemático.

1) Parece ser que el Dalai Lama se ha dado cuenta de que le han salido unas cuantas arrugas y ha decidido que hay que buscar un sucesor porque su espíritu pronto abandonará su cuerpo.

2) Para ello hay que elegir a uno entre los más importantes lamas que, ojo, será el jefazo sólo hasta que se revele la nueva reencarnación del Dalai (dolor en los dedos me ha producido escribir esto).

3) El que más posibilidades tiene de sucederle es el Karmapa no-sé-qué, que ostenta ese rango desde crío porque es la reencarnación (supongo) del anterior karmapa no-sé-cuántos. Esto es, por nacimiento, algo contra lo que occidente lleva luchando durante siglos, y que no entiendo muy bien por qué nos parece tan perfecto en el Tíbet.

4) Cuando se encuentre al crío que se supone que es la reencarnación del actual Dalai Lama, se le otorgará el puesto de inmediato y se le educará desde pequeño para asumir su labor, lo que en el lenguaje popular suele llamarse lavado de cerebro.

5) Este niño sentirá desde su más tierna infancia el peso de un país y una religión sobre sus espaldas, y tendrá que trabajar para sacarlos adelante, lo que, si no me equivoco, va en contra de los derechos del niño (no tendrá una infancia).

Dicho todo lo anterior, no se me ocurre ahora mismo nada bueno que decir del Tíbet ni del budismo (curioso que defiendan esta religión los mismos que critican el cristianismo).

P.D. (vale, ya sé que no había ninguna fecha antes de esto): ¿Alguien conoce algún cargo importante (o lo que sea) ostentado por una mujer? Es más, ¿alguien ha oído hablar de mujeres en el budismo? Da qué pensar.

25/11/08

Citas


¿Habrá marcas occidentales que diseñen productos lumpen para venderlos en el Tercer Mundo con rimbombantes nombres... buscando subrayar aún más la desdicha e ignorancia del comprador?

GABI MARTÍNEZ, Los mares de Wang

24/11/08

Tercera Copa Davis para España


Nuevamente debo comenzar rectificando. Si en la última entrada me cebé con la mala educación del público argentino, ayer su actuación volvió a ser ejemplar. Exceptuando un silbido durante el servicio de Verdasco al principio del partido (que debió de ser inmediatamente censurado por el resto de la hinchada, pues no volvió a repetirse), estuvieron increíblemente correctos todo el tiempo, guardando silencio durante los puntos (aunque a veces cantaran out antes de tiempo por eso de la emoción), coreando a su jugador entre punto y punto, entonando el mayor repertorio de canciones que he oído jamás, montando una auténtica fiesta... y todo ello sin que se produjera ningún altercado (lo mismo debo decir de los españoles, que hacían todo lo que podían a pesar de encontrarse en minoría). Lástima que al final su fiesta acabara en derrota, cosa de la que no puedo en realidad apenarme, puesto que yo iba con el equipo español, ayer en particular con el mejor Verdasco que he visto nunca en individuales.

Acasuso tuvo la desdicha de ser el jugador que perdiera la Davis para su país, pero a pesar de ello hay que reconocer el admirable esfuerzo y gran partido que hizo: jugó muy bien, imponiendo su derecha siempre que podía pero sin confiar en su revés, que sólo soltó en un par de ocasiones y que podía haber hecho mucho daño a Verdasco. Sin embargo no pudo definir pronto el partido, como era su intención, y dejó que se convirtiera en un de esos larguísimos a los que tan acostumbrados parecen estar los españoles, lo que hizo que ya en el último set estuviera sin fuerzas, mientras que Verdasco parecía como nuevo. Al acabar el partido se sintió obligado a pedir perdón a su público allí presente, cosa innecesaria, pues jugó increíblemente bien.

El único problema fue el tercer set, que resultó muy aburrido. Los dos jugadores parecían un manojo de nervios y ninguno era capaz de mantener su servicio, con una cantidad incontable de errores que volvió aquello aburrido y un poco absurdo. Aunque todos esos errores parecieron favorecer al argentino, que se puso por delante.

Después de aquello la cosa volvió a ponerse interesante y muy igualada en el cuarto, que se llevó Verdasco, provocando el agotamiento físico y mental de Acasuso, que ya lo creía ganado en el cuarto.

Una final muy igualada, emocionante y, sobre todo, inesperada, en la que se impuso al equipo principal de Argentina los que ellos habían llamado el "plan B" de España, pues faltaban Nadal, Robredo y Almagro. Sorprendente.

23/11/08

Cambios en la final de la Davis


Desgraciadamente debo retractarme de lo dicho en el último post, en el que informé del ejemplar comportamiento de los seguidores argentinos en la Copa Davis. Ayer, tras la derrota sufrida el viernes, mostraron su peor cara. Increparon a Verdasco cuando este se disponía a servir, silbaron y gritaron durante los servicios de los españoles para que estos lo fallaran (deportividad cero), gritaron insultos de todo tipo contra los españoles (a estos putos los tenemos que ganar, fue el único que Corretja quiso reproducir, el más suave de todos), abuchearon todas las peticiones del ojo de halcón de los españoles... una vergüenza, en suma. En una ocasión un seguidor español gritó durante el servicio de Nalbandian, provocando su fallo, y éste se dirigió al juez para reclamar la repetición del servicio, que no le fue concedida con el argumento de que todavía no había concedido ninguna repetición a los españoles de las muchas veces que eso les había sucedido (pésimo por parte del español que se rebajó a gritar en ese instante y mal por parte del árbitro, que tenía que haber repetido no sólo el servicio de Nalbandian, sino también todos los de los españoles).

Lo más preocupante para este campeonato es que a pesar del pésimo comportamiento de los argentinos en el estadio, no se sancionara en ningún momento al equipo local, algo que en primer lugar debería haberse hecho sólo por observación de las reglas, y en segundo lugar para que les sirviera de escarmiento en un partido que se les estaba haciendo muy cuesta arriba.

En lo referente a la realización las cosas no cambiaron mucho: durante la primera hora y media las voces de los comentaristas españoles se oían muy bajas, mientras que podían oírse a la perfección todos los gritos en el interior del estadio. Más tarde los problemas llegaron hasta los propios comentaristas que perdieron la conexión entre ellos y no podían oírse el uno al otro. Con la periodista mezclada entre el público en ningún momento tuvieron una buena comunicación. La federación de tennis también debería tomar medidas contra la televisión argentina, pues eso no es de recibo en la final de un campeonato mundial. Sólo me cabe preguntarme si los comentaristas argentinos tenían los mismos problemas: de verdad que me gustaría saberlo.

22/11/08

Lamentable retransmisión de la Copa Davis


En el momento en que escribo esto todavía no ha terminado el segundo partido de la primera jornada de la final de la Copa Davis. El primer partido ha sido fulminante: David Nalbandian ha sido muy superior a David Ferrer, y es que Nalbandian, a pesar de ser el número dos de su país debido al ranking mundial (Del Potro, el número uno argentino ostenta el puesto número 9 de la ATP mientras el rey David ocupa ahora el número 11), es en realidad el líder del equipo por su experiencia en la Davis, y a pesar de estar por detrás de Del Potro, su tenis es aún superior al de éste. Nada que objetar con respecto a la afición argentina, impecable, tampoco respecto a la española, en minoría en Mar de Plata. Ambas se han comportado de una manera ejemplar que bien podrían observar las aficiones futbolísticas, más aún si tenemos en cuenta que en muchos lugares de las gradas argentinos y españoles están mezclados y no ha habido ni el más leve altercado.

Sin embargo hay que dar un rotundo cero a los realizadores argentinos. Está siendo un lamentable espectáculo las condiciones en las que están retransmitiendo los dos partidos de hoy de la final: imágenes cortadas en las que no podía verse el tanto que luego nunca ha sido repuesto a cámara lenta para solventarlo, planos generales de todo el estadio en tantos decisivos, desincronización entre imagen y sonido, retirada de los micrófonos a los comentaristas españoles para que se oyeran los gritos del público argentino jaleando a su tenista...

El momento más indignante ha llegado en el último set del primer partido. En primer lugar, hemos dejado de oír a los comentaristas españoles para que el sonido sólo nos hiciera llegar los gritos de los argentinos eufóricos por la inminente victoria de Nalbandian. Después de eso. Hemos asistido al lamentable espectáculo de ver cómo la hinchada argentina comenzaba a gritar celebrando la victoria de un tanto nada más sacar Nalbandian y antes de que Ferrer golpeara la bola, con la consiguiente molestia y desconcentración para éste último y sin que nadie hiciera nada al respecto. Afortunadamente he comprendido enseguida que nada debía achacarse a los argentinos, pues era la pésima realización la que había desincronizado imagen y sonido, haciendo que oyéramos las celebraciones antes de ver concluido el punto.

En fin, espero que mañana y pasado (sábado y domingo) hagan las cosas mejor y podamos disfrutar de unos partidos en condiciones. Por cierto, tal y como va el partido, es más que probable que Feliciano López empate la final y las cosas no sean tan de color de rosa para los argentinos como se las habían pintado tras la ausencia de Nadal.

21/11/08

Diarios madrileños (3)


Sábado, 15 de noviembre

He cruzado el umbral hacia la dimensión desconocida. O eso creo. Es la explicación más sencilla para lo ocurrido (y a menudo la explicación más sencilla para algo suele ser la correcta, o eso dicen, aunque el cine se empeñe en demostrarnos lo contrario).

Habíamos ido a un polígono industrial porque queríamos comprar unas cosas en Ikea. Por cierto, las llamas del infierno tienen que salir a la superficie y arrasar todo el planeta convirtiendo Ikea en el único lugar seguro para que yo vuelva ahí, y aún así me lo pensaré bastante: no se puede dar marcha atrás ahí dentro, pasé quince minutos (y no exagero) buscando la salida, cuando la encontré pasé media hora en caja (y sólo tenía cinco personas por delante de mí), no pusieron ni un trozo de papel separando los multiples objetos de cristal que había comprado, sino que los arrojaron dentro de una bolsa todos juntos abandonándolos a su suerte... En fin, un desastre de tienda. Si eso es el progreso sueco, me quedo con el garrulismo español.

Pero no era de Ikea de lo que quería hablar. Al ir hasta allá no habíamos contado con que cubrir aquella distancia en metro nos llevaría una hora, y claro, se nos hizo muy tarde, así que decidimos comer allí. Vimos un Pizza Hut y para comer medianamente barato y probar esa nueva pizza que tienen con rollitos de queso en el borde entramos ahí. Entonces comenzó todo. Nada más poner un pie ahí dentro fuimos abordados por una camarera con corbata que nos preguntó para cuantos queríamos mesa. Yo estaba aturdido, me encontraba en un Pizza Hut, uno de esos lugares en los que hay que hacer cola en la barra para pedir y luego esperar a que alguien grite tu nombre para levantarte a recoger tu pedido.

-Perdón -recuerdo que balbuceé-. Pero creía que entraba en una pizzería.

-Pues no. Esto es un Pizza Hut.

La respuesta me dejó aún más fuera de juego, no tanto por lo inesperada sino por lo insólita. Joder: esto no es una pizzería, es un Pizza Hut. Y ¿qué narices es un Pizza Hut? ¿Debería reorganizar mi mundo conocido? ¿Cuántas cosas más habrían cambiado mientras yo intentaba salir de Ikea?

Sin conseguir salir aún de mi asonbro informé a nuestra camarera de que éramos dos.

-¿Fumadores o no fumadores?

A esta pregunta respondí de forma casi automática, no fumadores, aunque no pude evitar dar un respingo de extrañeza. Tentado estuve de salir para mirar el letrero de la puerta, pero no cabía duda de dónde estaba, el nombre del establecimiento estaba escrito en las paredes por todas partes. De modo que nuestra camarera nos acompañó hasta la mesa y allí nos entregó la carta. Yo no salía de mi asombro, pues tras revisar la mía pude encontrar en ella aros de cebolla, nachos, helados, costillas a la brasa, sopas, tortillas, empanadas, tartas... pero ni rastro de la pizza que yo había ido a buscar. Afortunadamente lo que sucedía era que faltaba la última hoja en mi carta, lugar al que habían sido relegadas las pizzas, por detrás incluso de los postres.

Así que encontramos la pizza que habíamos entrado a buscar y pedimos un par de refrescos. Nos la sirvieron: nada de los típicos trozos de cartón para recogerla, sino dos platos y una paleta para separar los trozos y servirlos. Luego llegó la cuenta: treinta y un euros que todavía no he acabado de digerir. Me marché de aquel sitio con la impresión de haber comido en Ginno's o en Pizza Marzano, más que en Pizza Hut. Supongo que esos son los efectos que la relatividad ejerce sobre la capital. Ya veremos cual es la siguiente broma.

20/11/08

Los 350.000 euros de la vergüenza


La premisa es bien sencilla: “350.000 euros bien podrían dedicarse a alguna de las doce causas que abandera Tele 5.” Y tienen razón. Aunque el creciente cinismo de la sociedad actual parece habernos dejado ciegos ante incongruencias de semejante tamaño. Muchos dirán: “Es su dinero, pues que hagan con él lo que quieran.” Probablemente los mismos que luego se quejan del declive televisivo (yo hace ya tiempo que dejé de quejarme y aprendí a encender la tele exclusivamente cuando emite algo que me interesa, por lo que casi siempre permanece apagada). Pero es que no tienen razón, y aunque a nivel monetario no podamos quejarnos pues es cierto que es SU dinero (faltaría que además fuera nuestro), también son un medio de comunicación y por lo tanto de difusión cultural (sic), y tanto Tele 5 como el resto de cadenas llevan ya mucho tiempo publicitándose como servicios públicos, por lo que podemos, al menos, exigirles cierto grado de conciencia moral. No pueden largarnos eso de la conciencia solidaria y luego gastarse una pasta en que un delincuente se explaye en su cadena para subir una audiencia sustentada en el morbo. Y ese es el objetivo con su entrevista a Julián Muñoz. Dar una millonada a un delincuente cuya condena ni siquiera ha concluido, reírse de todos nosotros. Pero no sólo eso, porque no importa con cuánta furia se quejen por ello: todos los que vean esa entrevista son cómplices de esta vergüenza, burla y estafa.

Otro título que por ahí han elegido para hablar de esto constituye una metamorfosis bastante acertada del título de la campaña solidaria de la cadena: “...doce meses, doce encausados.” Pues parece que ésa es la tónica en la que están entrando, llevar a delincuentes que activen las bajas pasiones de no sé que especie de pseudohumanos para ganar pasta. Y lo más triste de todo es que parece que les funciona, así de podrido está el asunto.

Lo que han planteado (y yo pienso hacerlo) es que a la hora de la citada entrevista a uno de los mayores ladrones del país (y la competencia es dura, en eso sí que parece que somos buenos) todos encendamos nuestros televisores y sintonicemos otra cosa (ya se sabe que mantenerlo apagado no cuenta, pues eso no se contabiliza), incluso durante los anuncios del programa elegido, nada de cambiar de cadena. Yo aún iría algo más lejos, para que quedara patente el enfado: sintonizar los progamas de mínima audiencia que se emitan a la misma hora de la entrevista. Ya puedo imaginármelo: los documentales de la dos con un share del 20% o el programa de las preguntas estúpidas de cualquier cadena con cuatro millones de espectadores. Sería increíble. Ya veríamos con qué cara presentaban luego los responsables de la entrevista esos números ante los directivos.

Aunque lo más problable es que en este agujero con aspiraciones de país hasta los perros estén viendo la entrevista de marras cuando llegue el momento. Aún así y todo es agradable soñar con ello hasta entonces, soñar con que exista aún un pequeño atisbo de inteligencia ahí afuera.

18/11/08

Extraña democracia


Ya sé que escribo a toro pasado (como siempre, por otro lado) pero es que nunca fue mi intención informar ni estar informado, demasiadas son las ansias de información que esta sociedad tiene y cree saciar, sustituyendo de forma salvaje por ella la cultura, y yo no pienso entrar en ese juego. Puede ser ésta mi revancha, comentar noticias de actualidad desactualizadas. Inútil revancha, pero es que inútil resulta casi todo aquello que se lleva a cabo a título personal.

El caso es que hace ya unas semanas, en los Estados Unidos (y escribo el articulo ante el nombre del país para escarmiento de todos aquellos que tratan a Torrego como a una biblia, ya me ha tocado sufrir a más de uno) se votó en el congreso, por primera vez, el plan de rescate ante la crisis. El plan no fue aprobado, lo sería unos días más tarde tras ser revisado y en una segunda votación. Pero lo realmente importante de aquello es que el plan fue rechazado con una enorme cantidad de votos en contra emitidos desde el propio partido de Bush, lo que demuestra que esa democracia, con todos sus terribles errores, está aún siglos por delante de la nuestra.

Tan sólo un par de semanas después de aquello, se armó la gorda en Navarra. Había que votar no se qué en Madrid, y parecía que los dos diputados que UPN tiene allí no iban a votar lo mismo que el PP. No me importan los motivos, que supongo que los tendrían. Lo realmente preocupante fueron la amenazas de Rajoy al respecto, diciendo que se tomarían medidas si UPN rompía la disciplina de voto. Sí señor. Eso es la democracia bien entendida. Resulta que unos tipos que han sido elegidos por los ciudadanos para que les representen tienen que votar lo que su jefe dicta, como si eso fuera una empresa privada, en lugar de lo que creen que es mejor para los ciudadanos a los que representan y a los que se deben. Al menos así lo entiende Rajoy, para el que no importa el motivo por el que unos diputados, sean del partido que sean, estén ahí, mientras hagan su santa voluntad.

Es una lástima que uno de los principales partidos del país no parezca entender lo que es la democracia y pretenda imponer de esa manera una especie de dictatura, primero en el seno de su propio partido, y luego, dado que impide trabajar a sus diputados por sus representados, en el resto del país.

Por otro lado, hace unos días Zapatero aprobó una serie de medidas para poder luchar contra la crisis. No voy a meterme en si son buenas o malas, pues ni las conozco exactamente ni soy economista para valorarlas como sería correcto. Esas medidas, igual que las aprobadas en los EEUU, incluían inyecciones de capital (horrible expresión) en la banca. Lo preocupante es que nada más hacerse pública la medida, y en un caso como este, la oposición, en lugar de apoyar al gobierno para intentar salir todos juntos de esto lo antes posible, hizo un comunicado público en el que criticaba la medida, decía que debía decir exactamente a quién daba cuánto dinero y si no no contarían con su apoyo, que eso no era suficiente, que no servía, que todo iba a ir mal... y mientras ellos trataban de impedir que el gobierno hiciera algo sin aportar nada, los ciudadanos seguimos padeciendo la crisis.

Traslademos esto último a las elecciones estadounidenses, recientemente ganadas por Obama. El mismo día de conocer McCain su derrota, la prensa le preguntó a qué creía que se debía ésta. Su respuesta fue ejemplar: dijo que no iba a dedicar ni un minuto a pensar por qué había perdido, pues lo realmente importante entonces era luchar con la crisis y, desde ese mismo momento, el nuevo presidente tenía todo su apoyo para lograrlo.

La verdad es que no puedo imaginar ni en mis mejores sueños una actuación así por parte de la oposición en España. Hemos pasado ocho años demonizando a los republicanos de aquel país pero, visto lo que se cuece por aquí, mataría por tener un partido de derechas como ese (no le votaría, eso es otra cosa) en lugar de la preocupante raza que ocupa los despachos de PP.

17/11/08

Crónica de una decepción (epílogo)


Martes, 11 de noviembre

Dado que el día de mi despido no había cobrado lo trabajado durante aquella semana, y no estaba dispuesto a renunciar a ello, menos aún después del desprecio al que había sido sometido, tuve que volver a la oficina de aquel ser al que ya odiaba sin tapujos y que era quien debía convertir en moneda de curso legal mis incursiones en su academia. Así lo hice. Me levanté a la hora habitual y procuré presentarme allí a una hora en la que todos los demás profesores (aunque yo ya no fuera uno de ellos) estuvieran en clase. No quería encontrarme con ellos y tener que dar explicaciones de lo que allí había ocurrido. Por otro lado, ni siquiera los conocía, no había tenido oportunidad.

Subí las escaleras, entré en la academia, entre en su despacho, saludé: “Buenos días.”

Aquel tipo despreciable levantó la cabeza, me vio y, sin decir ni una palabra, se levantó, cogió la carpeta en la que estaban anotadas mis horas, la miró, comenzó a hacer cuentas (sabía que iba a ir a cobrar y no había tenido ni la decencia de tenerlas preparadas para cuando yo llegara) y, cuando ya tenía el total de lo que debía pagarme, lo sacó DEL BOLSILLO DE SU CHAQUETA. En ese momento le deseé una inspección de hacienda lo antes posible.

Llegaba el momento de marcharme y el tipo aún no había despegado los labios para decir ni pío, así que decidí tentarlo a hablar soltando la frase que él debería haberme dirigido a mí, sólo para ver qué pasaba.

-Adiós. Y buena suerte.

Su respuesta fue un tanto confusa:

-Uoouugghf...

Algo así fue lo que yo entendí, nada de sonidos articulados, tan sólo un gruñido o algo parecido, lo único que su especie parece capaz de hacer. Así que me fui. Me tuve que ir sin que se dignara a decirme nada. Aunque teniendo en cuenta nuestros encuentros anteriores, creo que ese fue el más civilizado de todos.

13/11/08

Crónica de una decepción (y 2)


Miércoles, 5 de noviembre

Estuve tentado de no levantarme de la cama, pues la situación en el trabajo era insostenible. Yo llegaba allí, entraba en el despacho del jefe, porque hay que entrar en él por huevos para coger los libros, él no decía ni buenos días, ni me miraba, no veía a ningún otro profesor en la academia, pues nuestro horarios eran dispares, terminaba la clase y me marchaba a casa. No es que fuera la forma más agradable de trabajar. Mi único contacto humano (por darle algún nombre) era mi jefe, y éste me trataba como un apestado. No tenía ganas de ir a trabajar y esto lo había conseguido tan sólo en dos días: había conseguido que un trabajo que debería encantarme estuviera deprimiéndome y casi provocándome estrés.

Además, la clase del viernes, de nuevo en la empresa, se acercaba, y mi ilusión por darla se había más que esfumado, pues no tenía ni idea de a qué debía atenerme allí. Me sentía constantemente evaluado en clase, en la empresa y en el despacho del jefe, en el que procuraba no pasar más de dos minutos. Tenía la sensación de que cruzar cualquier palabra con él podría hacer estallar la situación, y mi confianza en mí mismo para dar las clases estaba cada vez más mermada, cosa que no me había pasado nunca hasta entonces.

Jueves, 6 de noviembre

A las once y media, cuando terminé mi clase habitual y ya me disponía a salir de allí, el jefe me informó de que tenía otra clase de dos horas con una australiana, que fuera ya al aula y que no llevara el libro, pues ella quería conversación y resolución de dudas, todo esto treinta segundos antes de la clase. Así que allí me presenté, con el deber de soportar el peso de una conversación de dos horas con alguien que no hablaba bien mi idioma y que además quería aprender algo en el transcurso de las dos horas. Como podrán imaginar fue un completo desastre. Ella quería un guión sobre el cual poder aprender nuevas cosas y no una charla improvisada, que es lo que fue aquello. Era imposible que algo preparado de aquella manera saliera bien. Sólo me cabe preguntarme hace cuánto tiempo sabía mi jefe de la existencia de aquella clase.

Si todo lo hacía de la misma manera en la que lo estaba haciendo conmigo, yo no podía sino maravillarme de que aquella academia siguiera abierta. Mis compañeros, a los que yo desconocía por completo, debían de ser unos fuera de serie, porque debían trabajar contra las aviesas intenciones de aquel ser de echarlo todo por la borda y además debían tener éxito. Yo empezaba a dudar de mis cualidades, pero si en dos años y medio dando clases no había tenido esos problemas, no podía ser todo culpa mía.

Recordé que en la entrevista en la que me contrató había dicho que ellos eran antes la escuela de la cadena Babylon en Madrid, pero que luego Babylon creció y pudo abrir su propia academia, rompiendo así la sociedad, y dejándolos a ellos trabajando solos de nuevo. Comenzaba a preguntarme si Babylon no abriría su propia escuela al darse cuenta del desastre que constituía aquella que los representaba en la capital y lo pésimamente dirigida que estaba.

Viernes, 7 de noviembre

Cuando terminé la primera clase fui informado de que la australiana no iba a volver. Tuve que preguntar por qué, pero la única respuesta fue: “No estaba contenta.” Supongo que al hablar con ella le habría cotado mucho más, le habría dado motivos que a mí podrían servirme para no caer de nuevo en los mismos errores... No sé, algo. Pero él no soltaba prenda. Seguía encerrado en ese mutismo que dejaba bien claro que despreciaba mi trabajo y que además me impedía mejorarlo por ningún medio. No sé qué pretendía. Jamás avisaba de una clase con tiempo para poder prepararla, ni sabía qué se hacía en las clases, ni por supuesto daba información de nada... pero a pesar de todo eso quería que mi actuación fuera impecable y dejara bien a la academia, esto es, a él.

Así que me dirigí a la empresa con más tristeza que alegría para dar la clase que allí me tocaba. Pero antes de salir le había oído decir por teléfono a alguien que ya había encontrado profesor para no sé quién, lo que me hizo pensar. Si soy el único profesor nuevo aquí, el único con horas libres todavía y acaba de encontrar a otro, para dar una clase nueva, esto es que ya hay alguien que va a sustituirme. En otras palabras: a la calle. Pero como él no me dijo nada no podía saberlo. Iba a pasar todo el fin de semana elucubrando sobre si me iba a despedir a la semana siguiente.

Lunes, 10 de noviembre

El despertador volvió a sonar y de nuevo no tenía ganas de levantarme. Pero lo hice, me duché, estaba desayunando y a las nueve menos cuarto sonó un mensaje de texto en el móvil. Decía exactamente lo siguiente: “Ven a las diez. Trae los libros.”

Mi hora de entrada eran las nueve y media de la mañana, por lo que no cabía duda, estaba despedido y mis sospechas cobraban forma: el muy hijo de puta sabía que iba a despedirme desde el viernes por la mañana, pero no podía decírmelo entonces, sino que tenía que esperar a que me levantara el lunes para ir a trabajar.

Me planté en su despacho, donde recibí la noticia esperada. Pero esta vez ni siquiera gritó para que yo pudiera decirle todo lo que estaba pasando por mi cabeza y desquitarme a gusto, tuve que quedarme con las ganas (porque si bien soy de respuesta fácil, no es menos cierto que soy incapaz de ser el primero en entrar al trapo, alguien tiene que echarme un guante).

De modo que aquí estoy ahora, de nuevo sin trabajo y un poco menos seguro de mí mismo para volver a dar clases, aunque espero que esta experiencia (primera vez en mi vida que soy despedido, no sé cómo tomármelo) haya sido sólo una excepción que no tiene por qué volver a repetirse.

11/11/08

Crónica de una decepción (1)


Viernes, 31 de octubre

La entrevista era a las diez menos cuarto de la mañana, de modo que me afeité y me vestí lo más elegante posible sin sobrepasarme. Era el trabajo que yo buscaba, profesor de español, y quería conseguirlo. Además, era la primera oferta que recibía, y conseguir el trabajo que quería a la primera era un objetivo bastante bueno. Ya había trabajado antes, sólo una vez, como profesor de español, en Barcelona, y había sido el mejor trabajo de mi vida. Si bien nunca me llevaría a hacerme rico, si era un trabajo que, cómo decirlo, me llenaba.

Así que allí me dirigí, decidido, entré al despacho de mi entrevistador, y a los quince minutos el puesto ya era mío. Debía empezar ese mismo lunes.

Lunes, 3 de noviembre

Llegué a la escuela con casi media hora de anticipo, porque quería conocer a la profesora con la que compartiría la clase y, también, preguntarle el lugar exacto en el que se habían quedado, para poder continuar desde ahí y no incurrir en repeticiones irrelevantes que aburrirían a los alumnos y podrían incluso llegar a molestarlos. Así que entré y pregunté por Maite, mi compañera, a la cual no había visto nunca hasta el momento. Las dos profesoras allí presentes me informaron de que no había llegado todavía y se interesaron en saber cuál era el motivo de que preguntara por ella. Se lo expliqué y entonces llegó el primer aviso de que aquello tenía toda la pinta de terminar mal. A mi espalda oí la siguiente declaración:

-Ya te dije por dónde iban, por la unidad cinco más o menos. Más que eso no te va a decir nadie, así que espabila y búscate la vida.

Lo dijo así, literalmente, no me invento nada para exagerarlo, y de una manera demasiado amenazante para ser yo su subordinado desde hacía escasamente tres minutos, aunque en realidad aún me faltaban más de veinte para empezar a serlo. Me las apañé como pude, fue lamentable tener que preguntar a mis alumnos el primer día por dónde teníamos que empezar.

Por la tarde tenía que trasladarme a una empresa de un polígono industrial para dar la clase. La indicación de mi jefe para la tarde fue exactamente la misma que por la mañana: más o menos la unidad cinco (segundo aviso). Y en esta ocasión se trataba de un contrato que él tenía con una empresa para formar a sus trabajadores, algo lo suficientemente serio como para no tomárselo a broma.

El resultado fue desastroso. Se suponía que cuando llegara allí tenía que hablar con una de las otras dos profesoras que también iban y ponerme de acuerdo con ella porque debíamos llevar el mismo ritmo en su clase y en la mía (y esto fueron instrucciones expresas del jefe). Pues bien, al llegar había allí una profesora pero no era la que yo buscaba, de modo que no pudo informarme de nada. Sin embargo tuvo la brillante ocurrencia de empezar a preguntar a todo el mundo de todo, lo que hizo que quedara patente que yo no sabía nada de nada de dónde me metía, pues ante ninguna de las preguntas que ella generó en la directora de la empresa tenía yo una respuesta que dar.

La clase comenzó al dar la hora, como tenía que ocurrir, y me encontré (tercer aviso) con que los estudiantes ni siquiera sabían que hubiera unidades, ni un libro, ni nada, así que lo de más o menos por la unidad cinco se fue a la mierda en dos segundos. En lugar de eso me encontré con que la profesora anterior había llevado un orden totalmente alternativo y mi jefe había sido incapaz de enterarse de eso (efectivamente, lo único que él sabe en esa academia es el número de alumnos y lo que paga cada uno). Para colmo, cuando al fin conseguí ver a la profesora de la otra clase resultó que en absoluto ella estaba coordinada con mi clase (cuarto aviso), sino que parece que eso fue una milonga que le metieron al jefe para hacer bonito, porque total, él no se entera de nada.

Martes, 4 de noviembre

Llegué a mi clase a primera hora y siguieron los problemas, porque un inglés quería que le diera la clase de español en inglés, y no sólo eso, sino que no estaba dispuesto a intentar escuchar nada que no fuera en esa lengua. Yo me preguntaba a qué coño iba ese a clases de español.

A mitad de la clase, mi jefe la interrumpió y me preguntó si podía salir un momento. Lo hice y la bronca que me cayó fue monumental. La empresa había llamado y el tío me estaba gritando como un energúmeno porque yo había dicho que no sabía qué tenía que hacer. Podría haberle intentado explicar que yo nunca me dirigí a la directora para decirle eso, sino que fui arrastrado por una compañera lenguaraz, y luego ante las incesantes preguntas no pude escabullirme, pero no tenía demasiado sentido, habría sonado a falso desde la primera palabra. Así que aguanté el chaparrón de gritos (quinto aviso).

Luego el resto de la clase fue un desastre, pues yo ya no era muy capaz de concentrarme en lo que debía hacer. Pero lo peor vino después, cuando el inglés salió de clase y fue directo al jefe a protestar porque yo no le daba la clase de español en inglés (hay que decir que él no tenía nivel para estar en esa clase, pero como no había más aulas para colocarlo, había que sacarle la pasta a toda costa) y, ante mi asombró, en lugar de intentar hacerle razonar, lo que el muy imbécil le dijo fue que tenía toda la razón (sexto aviso). De modo que yo no podía contar con aquel tipo para nada, pero no importaba demasiado, había tomado la decisión de buscar otro trabajo y abandonar este en cuanto lo tuviera. Lo malo es que esas cosas llevan su tiempo, y más con el panorama actual, así que no sabía cuanto iba a tener que aguantar esa situación.

10/11/08

Gastronomía coreana


Este último sábado me vi envuelto en lo que creo que fue una de las cenas más extrañas de mi vida: casi llegó un punto en el que no sabía cómo hablar, o comer, o nada. Vamos por partes. La cena era en un restaurante coreano, yo nunca había estado en uno y por ello no tenía ni idea de lo que se come allí. Suponía, como creo que suponen muchos europeos, que al ser un restaurante asiático la comida sería similar a la de un chino, pues todos sabemos que chinos, japoneses, tailandeses y coreanos comen lo mismo: iluso.

El caso es que llegábamos a la cita con cinco minutos de retraso y mi acompañante me urgía sin cesar a darme prisa, repitiendo una y otra vez que los españoles siempre llegábamos tarde, y me lo decía a mí, que acostumbro a ser un ejemplo de puntualidad (con alguna excepción, claro, no conozco a nadie que nunca se haya apartado ni una sola vez de su propia norma). Pero es que habíamos quedado a las ocho de la tarde (porque en España las ocho siempre serán de la tarde por muy oscuro que sea) y esa es una hora extremadamente temprana para cenar.

Sin embargo no podía quejarme pues la compañía que allí me aguardaba era mayoritariamente china, y ellos habían retrasado en dos horas su hora habitual de cenar, para favorecernos a un italiano y a mí, que éramos los únicos elementos occidentales de aquel extraño grupo. Yo no había visto al italiano en mi vida, pero no me hacía falta para largar las siguientes obviedades, que parecían escapar al conocimiento de aquellos hijos del imperio eterno: “Los italianos cenan aún más tarde que los españoles, así que si para mí es pronto imagina para él,” o “¿A qué viene tanta prisa? Es un italiano: siempre llegan con al menos media hora de retraso a todas partes; de hecho, llegar con esa media hora de retraso es llegar puntual para ellos.” Pero ni caso. Fuimos a toda velocidad hasta el restaurante.

Una vez allí vimos que los otros tres chinos ya habían llegado (la puntualidad inglesa es una chorrada al lado de lo de esta raza), pero ni rastro del italiano. A las ocho y cuarto comenzaron las incursiones del camarero, preguntando qué íbamos a cenar, al tiempo que comenzaban nuestras explicaciones: “Todavía falta uno: ¿podría esperar a que llegue?” A las nueve menos veinte el camarero ya estaba visiblemente enojado porque llevábamos allí casi una hora y aún no habíamos pedido, y el italiano sin aparecer. Afortunadamente llegó justo entonces y comenzó el espectáculo.

Describo al grupo. Allí estábamos una china que hablaba alguna palabra suelta de español (y no sabéis lo cierto que es eso de alguna palabra suelta) y sólo chino, un chino que hablaba sólo español con bastante soltura (y chino, evidentemente, pero nada de inglés), una china que hablaba inglés perfectamente y sólo unas cuantas frases básicas en español, otra china que hablaba medianamente bien inglés y español sin ningún problema (con la salvedad de alguna que otra palabra), un italiano que se defendía bastante bien en español y guerreaba con el inglés, y yo (para los despistados, perfecto español y en incesante batalla con el inglés). Podéis imaginaros cómo era la conversación: no había una sola frase que empezara y acabara en el mismo idioma, no digamos la misma persona.

El caso es que por fin estábamos todos, y comenzamos a pedir. Bueno, comenzaron. Porque en semejante algarabía idiomática yo no me enteraba de nada y dejé que se ocupara la comunidad china (lo mismo hizo el italiano, pues estuvimos charlando -en español- mientras ellos pedían la cena y volvían loco al camarero coreano con no sé qué té de ginseng). Era para verlo: un montón de tipos con los ojos todos iguales y que no se entendían entre ellos. Alguno de los chinos parecía saber algo de coreano, pero evidenciaba no ser lo suficiente como para entenderse con el camarero que, por otra parte, hablaba un español más que aceptable, pero los chinos parecían empeñados en saberlo todo sobre la comida coreana antes de ordenar nada, lo que en castellano dificultaba bastante el proceso por razones evidentes.

Al fin consiguieron pedir y llegó la comida: creo que no había un solo plato que no llevara picante, de lo cual sólo parecíamos percatarnos el italiano y yo. He conocido a mexicanos que comían platos sumamente picantes, pero nada comparado con la cantidad de picante que es capaz de ingerir un chino. Me gustaría poner a un representante bien curtido de cada país en una mesa con los platos más picantes de cada uno y ver quién era el primero en abandonar: yo sin dudarlo apostaría por el chino (no en vano ha sido la gastronomía china la que ha plantado frente a mí un plato de pescado picante -algo inaudito para mí hasta entonces- y no he conseguido terminarlo debido al picante, record que no ostenta ningún plato mexicano hasta la fecha).

Hago un breve resumen de lo que ingerimos: una col fría cubierta de una sustancia roja que resultó ser pimentón picante; algo gelatinoso que según me informaron era pasta de arroz y de cuyo ataque a la punta de la lengua parecí darme sólo yo cuenta; unos calamares que no abandonaron el gusto por el picante que ya reinaba sobre la mesa; un plato de arroz típico de Corea, servido en un cuenco de piedra, también picante; carne cruda de todo tipo para asar en unas brasas que había sobre la mesa y que constituyó el único plato no picante de la cena; y sushi de lo que creo que era gamba, salmón y merluza. Evidentemente el sushi venía acompañado por washabi (espero haberlo escrito bien, no sé), que se reveló no tan picante como siempre me habían advertido, más bien con cierto parecido a un caramelo de menta muy fuerte (el vinagre de soja -eso creo que es lo que era- se impuso como mucho mejor acompañante para este plato).

La cena terminó y las idiosincrasias china y europea chocaron: todos los chinos querían regresar a sus casas, pues para ellos la cena suponía el ocio, mientras que para nosotros sólo era la parte previa a ese ocio. De todos modos, teniendo en cuenta mi situación económica actual y los ELEVADÍSIMOS precios de Madrid (Barcelona ya me parece de lo más barato) decidí unirme al bando chino y regresar a casa yo también. Eso sí, recomiendo a cualquiera que tenga un estómago fuerte y curiosidad por probar una comida asiática que en nada se parece a la china que se acerque por un coreano. Francamente bueno.

8/11/08

Los malditos asientos reclinables


¿A quién se le ocurriría la magnífica idea de instalar asientos reclinables en los autobuses de largo recorrido? Porque me gustaría echármelo a la cara. Uno se sube al autobús de turno con la esperanza de pasar las próximas más de cinco horas lo más cómodo posible (eso ya es un trabajo de Hércules debido a las consabidas habituales carencias de espacio de esos transportes de ganado camuflados en vehículos para el transpote de personas) y se encuentra delante con alguien que se cree con derecho a estar más cómodo que el resto de pasajeros (y por lo tanto a hacer que uno esté más incómodo al aprisionarlo con el propio asiento), y que hecha el respaldo hacia atrás sin preguntar siquiera al damnificado si eso le provoca alguna molestia.

Pues a una de esas tuve que aguantar el otro día, en el trayecto Pamplona-Madrid (y no es por discriminar, pero qué casualidad, siempre me han tocado mujeres). La tipa intentó bajar su asiento sin preguntar pero mi pierna apoyada cual puntal en él se lo impidió, no haciéndola sin embargo desistir de su empeño en tan breve espacio, pues continuó con sus ofensivas durante todavía cuarenta minutos más, hay gente que parecece no darse nunca por enterada. Pero mi sorpresa fue mayúscula cuando, tras volver a subir al autobús en la parada de Soria, me encuentro con que la ella, sin importarle lo más mínimo mi claro rechazo a que me aplastara con su asiento, lo había bajado, no un poco, sino hasta el límite que le mecanismo le permitía (estoy convencido de que si hubiera podido apoyar su asiento sobre el mío para colocarse en posición totalmente horizontal, lo habría hecho).

Mi reacción fue bastante lógica, de enfado, porque si sabes que estás molestando... ¿por qué lo haces? Pero fui extremadamente comedido (la verdad es que no entiendo por qué me empeño en ser tan educado con las personas si cadad vez estoy más convencido de que el 80% de la población ha sido “educada” en cuadras). Le dije, de la manera más amable (y esto es cierto, así que ya pueden contener sus sonrisas Jarod, Larry y compañía, yo siempre soy amable de entrada), que si le importaba subir su asiento. Entonces ella se giro, me miró, torció el gesto en una mueca de sorpresa inverosímil y, en un tono que no dejaba lugar a dudas de que la había molestado con mi “impertinenete” petición, me espetó: “Es que yo quiero dormir.” Y no se ahorró el “yo” para que quedara bien patente que lo único importante era ella, y su libertad no terminaba ni mucho menos donde empezaba la de los demás, sino que era inabarcable por infinita.

No tuve más remedio que pasar los siguientes quince minutos dando patadas al respaldo, pero ella ganó, creo que me cansaba más intentado molestarla que soportando en silencio su agresión. Para colmo, su novio la esperaba en la estación, y en las escaleras mecánicas no se dio cuenta de que yo estaba tras ella y tuve que soportar aún oír cómo le decía: “...y encima me dice que eche el asiento hacia delante.” En fin.
No es la primera vez que esto me pasa. Ya antes me había sucedido en el trayecto de Barcelona, y ahí resulta mucho más problemático, porque además de ser más largo, también el espacio es mucho más reducido, provocando problemas vasculares sin necesidad de que nadie eche su asiento hacia atrás. Dos tipas hicieron lo propio y cuando protesté me soltaron que me fuera a otro asiento, así, con dos cojones. Hay gente que no debería tener permitido salir a la calle, y si viaja debería hacerlo con los equipajes.

No sé muy bien a qué viene esta adoración por ellos mismos y desprecio por los demás de los que parece adolecer tanta gente hoy en día. Seguro que los mismos que hacen este tipo de cosas enseñan los dientes y rugen furiosos cuando son objeto de cualquier nimiedad, no sé, como que alguien no les responda, y luego se permiten ellos el lujo de todo esto. Extraño. Y nos quejamos de los políticos. Y los acusamos de campar a sus anchas y de hacer su voluntad. Después de ver a gente así siento un gran alivio de que los políticos sean los que son, incluso los peores de ellos, porque viendo el percal que hay por el mundo, tengo la certeza de que existen demasiados déspotas en potencia, y no puedo sino alegrarme de que ninguno de ellos haya conseguido cargos de importancia (bueno, Yolanda Barcina podría ser una excepción). Porque... ¿se imaginan a la caradura del autobús como presidenta de una comunidad, no digamos de un país? El día que, por ejemplo, un abogado de izquierdas no se doblegara a su voluntad, seguro que eliminaba la educación pública y subvencionada para que nadie salido de una familia no adinerada pudiera acceder a esos puestos. O si alguien aparcara en su plaza de garaje, en lugar de hacer que la grúa se llevase ese coche, prohibiría la circulación de vehículos en toda la zona referente a su casa, o algo así.

Así pues, con Sanz, Rajoy y compañía, aún creo que tenemos suerte, considerando lo que podríamos llegar a tener.

23/10/08

Citas


Como la vida el verso es una partida

de ajedrez con el horror

y el poema es peor que la muerte.
LEOPOLDO MARÍA PANERO, Teoría del miedo

21/10/08

La correcta atención al cliente



(El diálogo es de la película Clerks. Todos aquellos que trabajen de cara al público, no me digan que en más de una ocasión no han tenido ganas de tratar así a algún cliente. Reconózcanlo: algunos se lo merecen)


-Oiga.
-Qué.
-¿Sabe si alguna de estas es buena?
-No las he visto.
-Y ¿no le han comentado algo sobre estas películas?
-Procuro no meterme en los asuntos de los demás.
-O sea que nunca ha oído a algún cliente hacer un comentario sobre estas películas.
-No.
-¿Y qué me dice de estas?
-Son bodrios.
-¡Ah! Son las mismas películas de las que hablaba. No me está prestando atención.
-No. Es cierto.
-No creo que a su jefe le guste saber...
-A mí no me gusta su artimaña, señora.
-¿Cómo ha dicho?
-Su artimaña. Ha intentado engañarme.
-Eeh... Sólo intento que reconozca que no está prestando atención a lo que digo.
-Espero que disfrute.
-¿Qué espera que disfrute?
-Ojalá disfrute de estar en posesión de la verdad. No hay nada más gratificante que señalar con el dedo las debilidades de los demás.
-Eeh... Es la última vez que vengo a este sitio.
-La echaremos de menos.
-Que le den por el culo.
-Oiga: no quiero verla más por aquí.

20/10/08

Diarios madrileños (2)


13/10/2008

Decididamente la única ciudad española es Barcelona. Hoy he ido a la biblioteca para hacerme socio y poder usar así el wifi para buscar un trabajo y para todo lo que se terciara. Pues nada. La biblioteca te ofrece una hora de internet al día (en toda la red, así que nada de ir a otra cuando se acaba tu tiempo en una) en sus ordenadores, y nada de wifi. Debido a esto he buscado la central, que no está demasiado lejos de casa, pero el mismo problema. Así que nos encontramos con lo siguiente: Barcelona “segunda ciudad” española, tiene wifi en sus bibliotecas; Pamplona, ciudad provinciana, tiene wifi en sus bibliotecas; Madrid, que a estas alturas ya ha perdido su categoría de ciudad (no pasa de ser un pueblo de dimensiones descomunales), nada de nada. Y vete a explicar luego a los extranjeros que esto es la capital de un país.

He tenido que conformarme con usar mi portátil en una cafetería al lado de mi casa en la que SÍ tienen wifi (y en la que de paso te cobran un doblón por un café) y sólo poder usarlo durante la hora que le dura la batería. Un desastre, vamos.

15/10/2008

Espero que nunca tenga que ser ocupante de una ambulancia en Madrid, porque muero fijo antes de llegar a nada que se parezca a un hospital. Estaba esperando que el semáforo cambiara a verde para cruzar una calle, y cuando esto ha sucedido, he comenzado a oír una sirena. Me he sentido como un bicho raro, porque he sido el único que no ha comenzado a cruzar, haciendo frenar a la ambulancia. Así que el día que yo vaya en una sé que mi vida dependerá de que el anciano con bastón que no haya querido esperar a que pasara mi ambulancia termine de cruzar la calle, con la velocidad que todos sabemos que son capaces de desarrollar.

17/10/08

Citas



Y mientras yo me he convertido en el célebre León de Nápoles, Berta está muerta y se ha convertido en nada.

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Sólo hay una cosa más solitaria que morirse sin que se entere nadie, y es morirse sin enterarse uno mismo de lo que está ocurriendo, sin que el que muere se entere de su propia disolución y término.

JAVIER MARÍAS, El hombre sentimental

15/10/08

Diarios madrileños (1)


08/10/2008

¿Por qué no hay ni una sola cafetería en la estación de autobuses de Madrid en la que tomar algo mientras esperas el tuyo? Es más. ¿Por qué ni tan siquiera hay una estación de autobuses, sino tan sólo un agujero bajo tierra donde esos enormes trastos con ruedas llevan a cabo su regurgitación y nueva ingesta de pasajeros?

Pues sí, he hecho mi primer viaje de regreso a Pamplona y no ha empezado demasiado bien. De entrada no había cafetería en la estación, pero eso creo que ya lo he contado. La segunda ha venido nada más subir al autobús. Al llegar a mi asiento he visto a un imbécil en el de al lado leyendo el periódico, y digo imbécil porque el tipo estaba leyéndolo con medio brazo metido en mi asiento, y no sólo no ha hecho ni mirarme, sino que ni por asomo ha mostrado la más leve intención de cambiar su postura. Afortunadamente quedaban asientos vaciós al fondo y he podido trasladarme a uno de ellos y olvidar el incidente mientras veía las dos películas que ponen para amenizar el viaje (qué diferencia con los torturadores profesionales de Vibasa). Y he descubierto que en los autobuses también ponen a veces buenas películas, aunque no del todo apropiadas para el espacio en el que están teniendo lugar. La sesión doble comenzó con Parque Jurásico. Digo que no son del todo apropiadas porque cualquiera puede ir en ese autobús y la peli en cuestión es para menores de trece años, y aunque yo nunca he tenido demasiado en cuenta esos cortes de edad, creo que hay momentos en los que deberían respetarse (ni siquiera Spielberg permitió a sus hijos verla cuando se estrenó porque no habían cumplido aún esa edad). Y no rectificaron con la segunda: El sexto sentido. Al final no fue tan malo el viaje.

10/10/2008

El viaje de vuelta fue mejor, no por la película que no hubo forma de ver porque la imagen era imposible (ni siquiera sé qué película era), sino más bien por la compañía en el asiento de al lado que vino a sustituir a la del viaje anterior: una chica encantadora con la que pasé buena parte del viaje charlando (y es que a veces suceden esas cosas y merece la pena el tiempo del viaje).

Nota a mi llegada de nuevo a la estación de Madrid: ¡¡¡HE ENCONTRADO LA CAFETERÍA!!! Aunque tuve que subir y bajar tantas veces las escaleras mecánicas para ello, que dudo que pueda volver a hacerlo.

8/10/08

Arriving Madrid


Pues ya hemos dado el salto. Hace ya un mes que abandoné Barcelona (la ciudad de mis amores, por otro lado, lástima de catalán) y ya he aterrizado en Madrid. Veremos cómo me trata ésta. Tiene dura competencia, todo hay que decirlo, pues los últimos seis meses en la anterior fueron realmente buenos. Ahora da comienzo la búsqueda de piso: si antes el casting lo hice yo, ahora me toca de nuevo ser el aspirante.

Por otro lado, la competencia entre ciudades es algo que prácticamente carece de sentido. No tiene sentido entrar en comparaciones cuando las diferencias son tan obvias: Barcelona sale ganando de calle, aunque sólo sea por una cosa: en Barcelona sabes cuándo estás en el centro de la ciudad. Aquí el centro es un ente tan abstracto que abarca un terreno igual al de la superficie total de la ciudad condal. Hay muchos centros en Madrid, he llegado a oír. Vamos, que la única forma de situarse aquí es aprenderse el plano de la ciudad de memoria, qué se le va a hacer. El viejo truco para orientarse en Barna de nada sirve ya: a un lado se veía la montaña y al otro el mar (o se vería si los edificios no lo taparan, aunque el sólo hecho de no ver montañas era más que suficiente para saber que el mar estaba allí).

Y la avenidas fachada. En Barcelona había muchas así, pero eran un trabajo de principiantes comparado con lo que aquí puede verse. Si allí caminabas por una avenida y nada más meterte por una de sus bocacalles parecía que habías ido a parar a un pueblecito, aquí al girar la esquina más bien parece que has cruzado una especie de puerta interdimensional y has ido a parar a un barrio de chabolas del tercer mundo. Supongo que a todo se acostumbra uno.

Y el metro. No tengo palabras para hablar del metro de Madrid. Bueno... sí las tengo. La primera impresión fue buena: bajé a ese submundo y no sentí el calor agobiante que inunda los pasillos del metro de Barcelona. Un punto a su favor. Luego vino el resto. Casi no llego a la estación. Porque la estación no está precisamente nada más bajar (pero ni una), sino que hay que atravesar medio millón de pasillos, con unos carteles indicatorios capaces de hacerte estar dando vueltas ahí abajo hasta hacerte perder la razón. Debe ser el metro peor indicado del mundo. Por otro lado parece que de los vagones tira el caballo del malo. Es realmente lento. Si hubiera una pintada hecha en la pared en alguno de los túneles podrías leerla perfectamente al pasar.

Bueno, dicen que Madrid no gana a la gente por su belleza sino por no sé qué otras cosas. Además, todavía no he hecho ninguna incursión al Madrid de los Austrias, que seguro cambia mi visión de todo esto. Bueno, los primeros días nunca son perfectos. Mejorará.

29/9/08

Letras


Alguien disparó al destino

y me tocó a mí

ser una bala perdida.

17/9/08

El último viaje del juez Feng (Mabei shang de fating)

(Este texto contiene spoilers. Para poder leerlos basta con seleccionar las partes que aparecen en blanco)

El juez Feng inicia su ruta a través de una zona rural del sur de la China, la región de Yunnan, un año más, y para ello le acompaña su ayudante de todos los años, una mujer llamada Yang, oriunda de una de las aldeas en las que deben hacer escala, y Ah-Luo, su nuevo ayudante a partir del próximo año, momento en el que Yang tendrá que jubilarse forzosamente por la entrada en vigor de una nueva ley.

Estos tres personajes forman parte de un tribunal que recorre las zonas rurales del país, mucho más retrasadas que las urbanas, hasta el punto de que casi parecen sacadas de una época anterior a la nuestra, totalmente ajenas al siglo XXI. Deben llegar a lomos de un caballo a esas aldeas casi inaccesibles para resolver los pleitos que han tenido lugar en ellos, para decidir cuál debe ser la sentencia, para hacer justicia de acuerdo con el sistema judicial vigente en el país. Esto es algo que sucede en la China actual, donde hay muchas regiones que viven de manera casi ajena al conocimiento de que pertenecen a un país mucho mayor que su aldea y las que la rodean.

En el viaje se produce un doble enfrentamiento entre pasado y futuro. Por un lado, en la realidad, el mundo rural, de costumbres propias y que poco sabe de la política actual, choca con el moderno estado chino que tiene la intención de llevar ahí sus leyes, y, por otro, de manera alegórica, en las personalidades del juez Feng, que representa ese mundo de tradiciones, y de Ah-Luo, que vendría a ser el nuevo estado chino.

En el primero de los casos nos encontramos con dos sucesos principales. En primer lugar cuando el caballo de la corte ambulante es robado y finalmente recuperado, el juez quiere poner al ladrón a disposición de la justicia, pero la matriarca de la aldea se niega a dar su nombre porque ella, como líder, ya le ha dado el castigo que considera justo y no va a permitir que un intruso del exterior (no podemos olvidar que este “intruso” es ni más ni menos que el elegido por la República Popular para administrar la justicia del estado) lo castigue de nuevo de acuerdo a unas leyes que no son las suyas. En el segundo descubrimos que el motivo de la jubilación tan anticipada de Yang es una nueva ley que no permite que alguien que no tiene un título universitario acompañe al juez en la ejecución de su labor. Vemos aquí cómo la nueva China emergente quiere llevar esa unidad administrativa a todo su país, pero no hay unas medidas para hacerlo, nada capaz de conciliar las tradiciones anticuadas pero milenarias y base de una cultura, con la modernidad que ya se encuentra asentada en las grandes urbes.

En el segundo enfrentamiento, el alegórico, el caso más reseñable es el de la boda de Ah-Luo. Su suegro ha llevado a cabo una acción ilegal y él, como representante de la justicia, debe denunciarla y, al hacerlo, el padre se lleva a su hija impidiendo que se quede con quien ya es su marido. Feng propone paciencia para no generar un conflicto porque, a fin de cuentas, los documentos del matrimonio ya están firmados y a la larga ella tendrá que regresar con el joven juez. Sin embargo la resolución de Ah-Luo es bien distinta: él, con el derecho que le confiere la ley, huye del pueblo con su mujer, provocando de esa manera la ira del padre, jefe del pueblo, y la consiguiente desobediencia de toda la aldea al tribunal. También resulta reseñable el primero de los conflictos de la película en el que un campesino quiere que se castigue a un vecino porque uno de sus cerdos ha profanado la tumba de sus ancestros. Ah-Luo desestima el caso porque la ley no puede juzgar motivos religiosos y eso provoca la ira del ofendido, que se dispone a matar a su ofensor. Feng por su parte, resolverá el caso de manera salomónica, comprendiendo los sentimientos de un pueblo que las leyes modernas chinas no entienden.

En suma, es una película que muestra una realidad todavía existente en la China actual y que hay que ver de manera reposada y sin prisas porque, y creo que es mi única objeción, el transcurso de la historia es demasiado lento en algunos momentos, recreándose quizá demasiado en los paisajes por el solo hecho de mostrar la geografía del lugar (la entrada al pueblo de Yang es mostrada demasiadas veces, con demasiada insistencia), y el enfrentamiento no pasa del plano intelectual, lo siento por aquellos que esperaran una batalla. Una gran película, la primera del director Liu Jie, que nos hace olvidar el último desastre cinematográfico chino perpetrado por Ang Lee.

12/8/08

Missing Barcelona



Pues ya he regresado a Pamplona. Llevo un día aquí y, quién me lo iba a decir, echo de menos Barcelona, no tanto la ciudad, aunque también, sino la gente que dejo allí: un venezolano un poco raro, una sueca un tanto zumbada, un italiano con mala leche (casi peor que la mía), un barcelonés cansado, una búlgara un poco loca, un valenciano de tintes bohemios... y una china encantadora (a saber qué dirán todos ellos de mí).

No echaré tanto de menos a los turistas, demasiados en esa ciudad, ni a los catalanes, casi inexistentes (o eso parece por lo difícil que resulta dar con ellos). A los primeros porque para despedida consiguieron que me costara diez minutos de reloj cubrir los cincuenta metros que separan la puerta de mi casa de la estación del metro la última vez que realicé el trayecto (como para salir con el tiempo justo). A los últimos porque siguen empeñados en hablarme catalán a toda costa. Mi último día allí comí en un McDonalds (ya lo sé, moriré gordo) y tras quince minutos haciendo cola, cuando al fin llegué a la caja para pedir, la tipa de detrás de mí, que me había oído varias veces jurar en español, me soltó que si podía pedir sólo no sé qué antes que yo para llevárselos abajo, así, en catalán. Evidentemente me giré, pedí y no le hice ni puñetero caso.

Pero hecho de menos el hecho de que haya gente en la calle más allá de las diez, de que la gente vista como más o menos le venga en gana y no con un patrón casi uniforme, de que me dejen comer algo más tarde de las diez sin alegar que han cerrado la cocina... incluso el calor de esa ciudad empiezo a echarlo de menos.

Aunque quizá sea tan sólo una ilusión, pues los últimos días allí los he pasado con gente a la que aprecio (toda la lista de arriba, a pesar de algunos engañosos adjetivos). Ya veremos si al final me acostumbro de nuevo a esta ciudad o tengo que huir de nuevo.

2/8/08

Letras


There's no, no religion in my house

No thick people in my house

1/8/08

Letras


Todo se olvida al despertar una vez más: sólo puedo soñar.
HÉROES DEL SILENCIO, "Despertar", Senderos de traición

31/7/08

Guiris en la Sagrada Familia


Es que no lo aguanto más. Si ustedes tienen un cociente intelectual superior a 30 les hago una seria recomendación: nunca visiten la Sagrada Familia. Allí encontraran cosas difíciles de soportar para la paciencia humana. Les hago a continuación una enumeración de algunas de las que yo mismo he visto o he tenido que soportar.

1) Guiris que a pesar de tener toda la calle para ellos tienen que pararse justo donde hay una terraza, provocando así el bloqueo de la calle y no dejando caminar.

2) Guiris que cruzan la calle por donde les sale de los cojones, con todos los semáforos para los coches en verde y además a paso de paseo, y cuando un coche tiene que pegar un frenazo para no llevárselos por delante, el pavo tiene la caradura de hacerle un gesto con la mano al tiempo que le espeta "slow down". Lástima que el conductor no tuviera un arma en la guantera en ese momento.

3) Guiris con coche (el peligro crece) que pasan por un semáforo (que por supuesto está en rojo), mirándolo fijamente, y a los que no les importa pasarte por encima si estás cruzando.

4) Guiris siguiendo una paleta con un número a paso de tortuga y que te empujarán a la carretera si intentas adelantarlos.

5) Guiris sacando fotos a la Sagrada Familia desde el extremo de la acera y que encima se cabrean cuando pasas por delante y les jodes la foto. Porque puedes parar delante de uno de esos sacando una foto, pero es que los hay a patadas.

6) Guiris que se paran en la entrada del metro (claro, como ahí hay sombra) e impiden el paso a cualquiera que tiene que entrar ahí (a estos los empujaría escaleras abajo, a ver si alguno se rompe el cuello).

Guiris a fin de cuentas, y parece que haya un límite de inteligencia: todos aquellos capaces de atarse los cordones de los zapatos deben de tener prohibido acercarse a menos de quinientos metros de la Sagrada Familia.