10/11/08

Gastronomía coreana


Este último sábado me vi envuelto en lo que creo que fue una de las cenas más extrañas de mi vida: casi llegó un punto en el que no sabía cómo hablar, o comer, o nada. Vamos por partes. La cena era en un restaurante coreano, yo nunca había estado en uno y por ello no tenía ni idea de lo que se come allí. Suponía, como creo que suponen muchos europeos, que al ser un restaurante asiático la comida sería similar a la de un chino, pues todos sabemos que chinos, japoneses, tailandeses y coreanos comen lo mismo: iluso.

El caso es que llegábamos a la cita con cinco minutos de retraso y mi acompañante me urgía sin cesar a darme prisa, repitiendo una y otra vez que los españoles siempre llegábamos tarde, y me lo decía a mí, que acostumbro a ser un ejemplo de puntualidad (con alguna excepción, claro, no conozco a nadie que nunca se haya apartado ni una sola vez de su propia norma). Pero es que habíamos quedado a las ocho de la tarde (porque en España las ocho siempre serán de la tarde por muy oscuro que sea) y esa es una hora extremadamente temprana para cenar.

Sin embargo no podía quejarme pues la compañía que allí me aguardaba era mayoritariamente china, y ellos habían retrasado en dos horas su hora habitual de cenar, para favorecernos a un italiano y a mí, que éramos los únicos elementos occidentales de aquel extraño grupo. Yo no había visto al italiano en mi vida, pero no me hacía falta para largar las siguientes obviedades, que parecían escapar al conocimiento de aquellos hijos del imperio eterno: “Los italianos cenan aún más tarde que los españoles, así que si para mí es pronto imagina para él,” o “¿A qué viene tanta prisa? Es un italiano: siempre llegan con al menos media hora de retraso a todas partes; de hecho, llegar con esa media hora de retraso es llegar puntual para ellos.” Pero ni caso. Fuimos a toda velocidad hasta el restaurante.

Una vez allí vimos que los otros tres chinos ya habían llegado (la puntualidad inglesa es una chorrada al lado de lo de esta raza), pero ni rastro del italiano. A las ocho y cuarto comenzaron las incursiones del camarero, preguntando qué íbamos a cenar, al tiempo que comenzaban nuestras explicaciones: “Todavía falta uno: ¿podría esperar a que llegue?” A las nueve menos veinte el camarero ya estaba visiblemente enojado porque llevábamos allí casi una hora y aún no habíamos pedido, y el italiano sin aparecer. Afortunadamente llegó justo entonces y comenzó el espectáculo.

Describo al grupo. Allí estábamos una china que hablaba alguna palabra suelta de español (y no sabéis lo cierto que es eso de alguna palabra suelta) y sólo chino, un chino que hablaba sólo español con bastante soltura (y chino, evidentemente, pero nada de inglés), una china que hablaba inglés perfectamente y sólo unas cuantas frases básicas en español, otra china que hablaba medianamente bien inglés y español sin ningún problema (con la salvedad de alguna que otra palabra), un italiano que se defendía bastante bien en español y guerreaba con el inglés, y yo (para los despistados, perfecto español y en incesante batalla con el inglés). Podéis imaginaros cómo era la conversación: no había una sola frase que empezara y acabara en el mismo idioma, no digamos la misma persona.

El caso es que por fin estábamos todos, y comenzamos a pedir. Bueno, comenzaron. Porque en semejante algarabía idiomática yo no me enteraba de nada y dejé que se ocupara la comunidad china (lo mismo hizo el italiano, pues estuvimos charlando -en español- mientras ellos pedían la cena y volvían loco al camarero coreano con no sé qué té de ginseng). Era para verlo: un montón de tipos con los ojos todos iguales y que no se entendían entre ellos. Alguno de los chinos parecía saber algo de coreano, pero evidenciaba no ser lo suficiente como para entenderse con el camarero que, por otra parte, hablaba un español más que aceptable, pero los chinos parecían empeñados en saberlo todo sobre la comida coreana antes de ordenar nada, lo que en castellano dificultaba bastante el proceso por razones evidentes.

Al fin consiguieron pedir y llegó la comida: creo que no había un solo plato que no llevara picante, de lo cual sólo parecíamos percatarnos el italiano y yo. He conocido a mexicanos que comían platos sumamente picantes, pero nada comparado con la cantidad de picante que es capaz de ingerir un chino. Me gustaría poner a un representante bien curtido de cada país en una mesa con los platos más picantes de cada uno y ver quién era el primero en abandonar: yo sin dudarlo apostaría por el chino (no en vano ha sido la gastronomía china la que ha plantado frente a mí un plato de pescado picante -algo inaudito para mí hasta entonces- y no he conseguido terminarlo debido al picante, record que no ostenta ningún plato mexicano hasta la fecha).

Hago un breve resumen de lo que ingerimos: una col fría cubierta de una sustancia roja que resultó ser pimentón picante; algo gelatinoso que según me informaron era pasta de arroz y de cuyo ataque a la punta de la lengua parecí darme sólo yo cuenta; unos calamares que no abandonaron el gusto por el picante que ya reinaba sobre la mesa; un plato de arroz típico de Corea, servido en un cuenco de piedra, también picante; carne cruda de todo tipo para asar en unas brasas que había sobre la mesa y que constituyó el único plato no picante de la cena; y sushi de lo que creo que era gamba, salmón y merluza. Evidentemente el sushi venía acompañado por washabi (espero haberlo escrito bien, no sé), que se reveló no tan picante como siempre me habían advertido, más bien con cierto parecido a un caramelo de menta muy fuerte (el vinagre de soja -eso creo que es lo que era- se impuso como mucho mejor acompañante para este plato).

La cena terminó y las idiosincrasias china y europea chocaron: todos los chinos querían regresar a sus casas, pues para ellos la cena suponía el ocio, mientras que para nosotros sólo era la parte previa a ese ocio. De todos modos, teniendo en cuenta mi situación económica actual y los ELEVADÍSIMOS precios de Madrid (Barcelona ya me parece de lo más barato) decidí unirme al bando chino y regresar a casa yo también. Eso sí, recomiendo a cualquiera que tenga un estómago fuerte y curiosidad por probar una comida asiática que en nada se parece a la china que se acerque por un coreano. Francamente bueno.

1 comentario:

Jarod dijo...

Joder! veo que mi blog comienza a tener efecto sobre ti. Por fin cuentas algo bueno, si no fuera por que mi estomago no aguanta tanto picante, me apuntaba a probar la comida coreana.