28/5/10

Rostros como rocas

Más de uno parece que ha sacado matrícula en este curso

Actualmente y generalizando (parece mentira que tenga que advertir esto) existen tres tipos de camarero cuando entras a un bar: chinos, patrios y sudamericanos (así, gradados de mejor a peor). Ya expliqué en otra ocasión cómo yo ya casi me dedico a buscar a los primeros. Pero es que a veces caigo en manos de los segundos. Eso fue lo que me sucedió el fin de semana pasado: iba con dos amigas a tomas unas cañas y tuvimos que lidiar con un tipo con una absoluta falta de vergüenza. La cosa fue como sigue: Entramos a un bar cuyo nombre no mencionaré (¡qué coño!, era el Txuribeltz, en la esquina de las calles Tejería y Merced) y nos sentamos en una mesa que juro que no tenía ningún cartel de reservado. Pedimos. Pagamos. Y una vez con las vueltas en la mano el tipo nos suelta que si no íbamos a cenar iba a necesitar la mesa. Y esto es algo despreciable que acometen continuamente el segundo y el tercer tipo de camareros: te sirven y después te sueltan que aligerando, que si alguien quiere cenar la mesa tiene que estar libre, o que cierra en diez minutos, o qué se yo. Todavía no me ha hecho eso un chino. Bueno, sí, pero ha tenido la decencia de decírmelo ANTES de servirme, y las copas cafés o lo que se terciara, me las he tomado en otro lugar, agradeciendo la advertencia y, por supuesto, con la idea de regresar en otra ocasión para, digamos, consumir la ronda pendiente. Pero claro, si me toman el pelo (y eso es lo que pretendían en el Txuribeltz), pues no vuelvo.

La cosa es que, efectivamente, a los diez minutos el tipo ya estaba en nuestra mesa echándonos, y lo que vino a continuación es imperdonable. Nosotros le informamos de los mal que nos parecía lo que había hecho, y aquello dio lugar a una serie de justificaciones que enumeraré a continuación con sus correspondientes contrarréplicas.

1) "Os lo dije antes de serviros" A esto se le llama negar la mayor, y cuando sucede en un comercio en el que uno está pagando debería ser motivo de reclamación inmediata, cosa que aún me pregunto por qué no hicimos. Cabría preguntar: Si me lo dijiste antes ¿podrías explicarme por qué, a pesar de ello, pedimos las consumiciones para no poder disfrutar de ellas?

2) "Podéis tomároslas en la barra" Ya, pero yo no quiero tomármela en la barra, de ahí que me haya sentado. No debería tener que explicar los motivos de que yo prefiera sentarme o quedarme de pie a ningún camarero, así que no lo haré.

3) "Esto es un restaurante. ¿Tú vas a un restaurante, te sientas en una mesa y no comes?" En primer lugar el Txuribeltz no es ningún restaurante, es un puto bar, y yo no veo que abra sólo para dar comidas y cenas. Aquí yo abandoné la discusión ante la revelada estupidez congénita de mi interlocutor: no iba a entrar en una controversia sobre si aquello era un bar o un restaurante. Pero mis dos acompañantes se quedaron y resistieron un último asalto que yo seguí en la distancia.

4) "¿Es que en algún bar os dejan usar las mesas a la hora de cenar?" Pasaré por alto el detalle de que su restaurante de pronto se había convertido en un bar. Yo no tengo por qué saber cómo funciona el negocio de nadie, y si alguien quiere que lo sepa, que me informe. Pero que lo haga a tiempo. En este caso era tan sencillo como colocar un cartelito de reservado para cenas en las mesas, o decírnoslo antes de servirnos. Precisamente íbamos desde otro bar en el que dicho cartelito estaba puesto, y nos habíamos marchado advertidos por su presencia. Y podíamos haberle dicho que sí, que sí hay bares que sirven cenas y permiten sentarse sólo a beber.

Sólo una cosa me queda por decir: no vayan al Txuribeltz... cuando visiten Pamplona al menos, si están fuera.

26/5/10

Atención al cliente (por no poner todas las burradas que me han pasado por la cabeza)


Todo comenzó varios meses atrás, cuando un desgraciado, que espero que esté siendo destrozado por las ruedas de algún camión mientras escribo esto, robó el bolso a mi novia con todo lo que había en su interior. Entonces se terció hacer una llamada urgente, para la cual necesitaba introducir en mi móvil de Movistar una tarjeta de otra compañía. Dado que el móvil tenía ya más de un año (bastante más) dije: no pasa nada, llamo a los de atención al cliente, que me liberen el móvil (la terminal, que dicen ellos) y llamamos con esa otra tarjeta. Al llamar, una señora de América del Sur me informó de que el código para desbloquear la terminal era una cosa muy delicada y que el proceso tardaba unos quince días. No disponía de ese tiempo, así que decidí no liberar mi móvil y buscar rápidamente un locutorio para realizar la llamada pertinente.

Hace dos semanas, decidí de nuevo liberar mi móvil por motivos que ahora no vienen al caso. Llamé al deplorable servicio de atención al cliente de Movistar y, tras mucho pelear con estúpidas voces robóticas, conseguí que me atendiera un señor de América del Sur. Le expliqué lo que quería hacer y comenzó a pedirme datos que yo le iba facilitando. La cosa fue tal que así. Dígame su número de teléfono. Tal. Espere un momento (dos minutos). ¿Es usted el señor...? Sí. Espere un momento (dos minutos). ¿Qué desea hacer? Liberar mi móvil. Espere un momento (dos minutos). Dígame el modelo de móvil. Samsung Z-240. ¿Cómo lo adquirió? Lo compré (vaya pregunta estúpida). Espere un momento (dos minutos). ¿Cuándo lo compró? No sé, hace más de tres años. ¿No recuerda la fecha? No. ¿Tiene la factura? No. Espere un momento (dos minutos). Dígame el número de imei. ¿El qué? El número de imei. ¿Qué es eso? Es un número que está en una pegatina debajo de la batería. Pero para eso tengo que apagar el móvil y quitar la batería, no puedo hacerlo mientras hablo con usted. ¿Está llamando desde la terminal que quiere desbloquear? Evidentemente. Entonces tiene que colgar, apagar el móvil, mirar el imei y volver a llamar. ¿Necesitaré algún dato más que esté en el interior del móvil? No. Muchas gracias.

El caso es que fue una llamada de más de diez minutos que no sirvió absolutamente para nada, y como había quedado en ese momento no llamé en el acto, lo que devino en que se me olvidó y volví a llamar hace una semana. Tras pelearme de nuevo con la desesperante voz robótica me pasaron con otro señor de América del Sur. Buenas tardes ¿es usted el titular de la línea? Sí. Dígame que es lo que desea señor... (este se sabía mi nombre sin que yo se lo dijera, parece que sabía usar el ordenador). Quiero liberar mi móvil. Dígame el modelo del móvil. Samsung Z-240. ¿Cómo lo adquirió? En una tienda (vaya con la preguntita). Bien, abra el móvil. Le estoy llamando desde el móvil, pero si lo que necesita es el imei ya lo tengo apuntado. No, lo que pasa es que para desbloquear su terminal es necesario que la abra y manipule unas cosas, así que necesita llamar desde otro teléfono.

Así que tuve que colgar, y como estaba en la calle de nuevo olvidé volver a llamar. Hasta hoy. He llamado a Movistar, he vuelto a enfadarme con la idiótica voz de robot y ha vuelto a contestarme una señora de América del Sur. ¿Qué es lo que desea? Quiero liberar mi móvil (la verdad es que uno empieza a sentirse como un idiota repitiendo tantas veces las mismas cosas). Bien, cuál es su número de móvil? Tal. Bien, un momento, por favor (cuatro minutos; nótese que a esta le costaba más entender cómo funcionaba el ordenador). Bien, ¿es usted el titular de la línea? Sí. Bien, dígame su DNI. Tal. Bien, un momento, por favor (tres minutos). Bien, manténgase a la espera (dos minutos). Bien, dígame su modelo de móvil. Samsung Z-240. Bien, un momento, por favor (cuatro minutos). ¿Cómo lo adquirió? En una tienda (empezaba a no soportar esa pregunta). Bien, dígame su número de imei. Tal. Bien, un momento por favor (cinco minutos). Manténgase a la espera, por favor (tres minutos). Bien, copie su número de desactivación: tal. ¿Y qué hago yo con este número? Bien, un momento, por favor (tres minutos). Manténgase a la espera por favor (cuatro minutos). Bien, marque lo siguiente en su teléfono: almohadilla, su número de desactivación, asterisco, seis, tres, ocho, asterisco, almohadilla. ¿Y después le doy a llamar y ya está? Sí, marca eso y ya tiene la terminal desbloqueada. Muchas gracias.

Así que he cogido el móvil, he marcado el código de marras y ya está. El móvil liberado. Ni espera de quince días, ni código extremadamente sensible, ni llamar desde otro teléfono, ni manipular el aparato, ni nada. Cuatro llamadas, la última ni sé de cuánto tiempo con tanta espera, un montón de caraduras que sólo te vuelven loco supongo que para no darte jamás la información que necesitas y que están obligados a darte, una voz robótica que maldito sea el imbécil que la ha grabado... y todo eso sólo para darme un código. Algo que debería haber sido resuelto en los primeros treinta segundos de la primera llamada. Sólo una cosa me queda por decir. Si alguien tiene un Samsung Z-240, el código para liberarlo es #61593817*638*#. Márquenlo inmediatamente y dejen de pertenecer a su compañía de teléfonos, sea cual sea.

24/5/10

Síntomas primaverales


La del viernes fue la primera tarde verdaderamente primaveral (casi veraniega) del año y yo no tenía plan de ningún tipo para disfrutarla. Ante tal inconveniente y una rotunda negativa personal a permanecer en casa en esas circunstancias, me armé de un libro y salí en busca del lugar más bucólico posible para disfrutar de su lectura. Mis pasos me condujeron hasta el mismo centro de la Ciudadela, casi paradisíaco lugar en el que se despliega un tupido cesped en todas direcciones desde sus exacto centro geométrico, marcado por una fuente con forma de flor a la que, para redondear la escena, dos patos se habían acercado a nadar. No sé de dónde habrían salido. Yo desenfundé mi novela y me senté a la sombra de un árbol en aquel jardín más bien barroco.

Así permanecí durante largos minutos, pero la perfección nunca es eterna. Aparecieron por allí dos niñas, pequeñas, inconscientes, sin culpa (que políticamente correcto me ha quedado esto), seguidas de su padre, adulto, consciente y culpable. Y comenzó uno de esos procesos mentales por los que se descubren los motivos que producen que la sociedad se esté yendo a la mierda sin remedio. Las dos infantes, bajo la atenta mirada de su padre (cuyo único dato positivo era que no las perdía de vista), comenzaron a arrojar bloques de tierra del tamaño de su propia cabeza al interior de la fuente. Ni que decir tiene que los patos, quizá incluso más molestos que yo por semejante género de diversión, volaron espantados. El padre abrió la boca, no crean, como yo lo hice, que para afearles la conducta: cuidado no os caigáis. Ahí estaban ellas, cargándose uno de los pocos lugares bien cuidados de la ciudad, y su padre tan campante.

Me largué de allí, pues o me iba yo o cometía un necesario acto de limpieza social que muchos considerarían un crimen. Pero luego gentuza como ese padre se echará las manos a la cabeza por cómo está la sociedad (si hoy no les ha dicho a sus hijas no estropeéis la fuente, mañana no les dirá tampoco no agradáis a vuestro profesor, ni pasado no vendáis drogas o yo qué sé), que en los colegios no les enseñan lo que él no se molesta en enseñarles y mil cosas más. Visto el estado de las cosas no sé por qué la gente se lleva las manos a la cabeza por la asignatura de educación para la ciudadanía (asignatura ridícula por lo innecesaria si hubiera padres decentes). Yo más bien propondría una lobotomización para la ciudadanía.