24/5/10

Síntomas primaverales


La del viernes fue la primera tarde verdaderamente primaveral (casi veraniega) del año y yo no tenía plan de ningún tipo para disfrutarla. Ante tal inconveniente y una rotunda negativa personal a permanecer en casa en esas circunstancias, me armé de un libro y salí en busca del lugar más bucólico posible para disfrutar de su lectura. Mis pasos me condujeron hasta el mismo centro de la Ciudadela, casi paradisíaco lugar en el que se despliega un tupido cesped en todas direcciones desde sus exacto centro geométrico, marcado por una fuente con forma de flor a la que, para redondear la escena, dos patos se habían acercado a nadar. No sé de dónde habrían salido. Yo desenfundé mi novela y me senté a la sombra de un árbol en aquel jardín más bien barroco.

Así permanecí durante largos minutos, pero la perfección nunca es eterna. Aparecieron por allí dos niñas, pequeñas, inconscientes, sin culpa (que políticamente correcto me ha quedado esto), seguidas de su padre, adulto, consciente y culpable. Y comenzó uno de esos procesos mentales por los que se descubren los motivos que producen que la sociedad se esté yendo a la mierda sin remedio. Las dos infantes, bajo la atenta mirada de su padre (cuyo único dato positivo era que no las perdía de vista), comenzaron a arrojar bloques de tierra del tamaño de su propia cabeza al interior de la fuente. Ni que decir tiene que los patos, quizá incluso más molestos que yo por semejante género de diversión, volaron espantados. El padre abrió la boca, no crean, como yo lo hice, que para afearles la conducta: cuidado no os caigáis. Ahí estaban ellas, cargándose uno de los pocos lugares bien cuidados de la ciudad, y su padre tan campante.

Me largué de allí, pues o me iba yo o cometía un necesario acto de limpieza social que muchos considerarían un crimen. Pero luego gentuza como ese padre se echará las manos a la cabeza por cómo está la sociedad (si hoy no les ha dicho a sus hijas no estropeéis la fuente, mañana no les dirá tampoco no agradáis a vuestro profesor, ni pasado no vendáis drogas o yo qué sé), que en los colegios no les enseñan lo que él no se molesta en enseñarles y mil cosas más. Visto el estado de las cosas no sé por qué la gente se lleva las manos a la cabeza por la asignatura de educación para la ciudadanía (asignatura ridícula por lo innecesaria si hubiera padres decentes). Yo más bien propondría una lobotomización para la ciudadanía.

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