13/12/10

Misógino y sentimental


Hoy me he sentido Bécquer un instante: misógino y sentimentalmente romántico al mismo tiempo. Al levantar la vista de mi novela en la cafetería la he visto, en una mesa a mi lado, con una piel de lisa perfección en su rosada tez, su cabello ganando su cintura en rubia ondulación, sus ojos oscurecidos por una leve sombra artificial, sus labios llamativos, su mentón trazando una delicada curva hasta su blanco cuello que se perdía entre su pelo... Y su apostura. Firme, encarada al frente, con una mirada expectante que se perdía en el vacío, en actitud de espera, abrumadora, solemne y arropada de silencio en ese entorno ruidoso. Parecía dominar el tiempo, marcando los segundos en su actitud de espera, las manos en la mesa una sobre otra, sin cruzar los dedos, sin cruzar los brazos, sin moverse, sólo reposando. No era su belleza, no era su cuerpo: era su estatismo, su postura mantenida, la calma entre tanto caos. Podría haber dejado caer su pañuelo y no habría habido caballero que lo recogiera, pero ella tampoco, ella no lo habría recogido, no se habría agachado para ello, no habría estropeado su pose relajada en favor del antiestético escorzo, porque eso habría estropeado su embrujo y ella lo sabía, o parecía saberlo.

Y entonces le adiviné una voz, y me sentí Bécquer pues en ningún caso quería oírla. Oír su voz, lo que con ella tuviera que decir, habría estropeado la magia que se encontraba en su aura. Lo habría manchado todo de realidad y eso no era interesante: lo interesante era lo que evocaba, lo que con su presencia sugería y con su silencio mantenía oculto. Eso deben de ser las musas: los espíritus misóginos del amor que cercenan el sonido, pues su misión es entrar por los ojos y sólo por los ojos.

¿Que es estúpida? ¡Bah! Mientras callando
guarde oscuro el enigma
siempre valdrá lo que yo creo que calla
más que lo que cualquiera otra me diga.
G. A. BÉCQUER, Rimas

2/12/10

Citas


Por mucho que se desprecie el dinero, ¡cómo sitúa a un hombre! [...] viendo de pronto brillar el oro [...] él, que unas semanas antes se habría indignado ante semejante propuesta y me habría puesto de patitas en la calle, me contestó encantado: "Cómo no, mi querido señor Nicklausse, faltaría más, es un gran honor para nosotros". [...] Semejantes recuerdos nos llevan a bendecir este oro tan despreciable, porque sólo él hace posibles semejantes alegrías.

ERCKMANN-CHATRIAN, Cuentos de las orillas del Rin, "El tesoro del viejo duque"

24/11/10

Yang Yang 楊揚


La semana pasada, la Red Navarra de Estudios Chinos, en sus V Jornadas del Mundo Chino: Taiwan, otra realidad, proyectó la película taiwanesa Yang Yang que... en fin, creo que hay úlceras que duelen menos. La película en cuestión trata sobre una chica taiwanesa que es medio francesa por parte de padre, y el hecho de serlo pero no hablar francés parece que le causa algún tipo de trauma o algo así. Esta que acabo de hacer es la sinopsis más lógica que se puede hacer de las casi dos horas de eterno metraje que tiene la película. Pero ojo, que parece que hay gente a la que le gusta este sinsentido, pues la película ha estado nominada a varios premios en los Asian Film Awards y en el Golden Horse Film Festival, de los que no se llevó ninguno, parece que al final vieron la luz los miembros de los jurados.

En esta historia (es un decir) todo pasa porque sí, no busquemos una lógica interna del relato. Todo comienza cuando la madre de Yang Yang se casa con el entrenador de atletismo de la protagonista y se marchan las dos a vivir con él y su hija, formando lo que en un principio parece una feliz familia. Pero no todo podía ser maravilloso, porque entonces no tendríamos conflicto, así que Yang Yang se tuerce un tobillo. El novio de su hermanastra Ming Ren, al llevarla al hospital, y en cosa de unos treinta segundos, que es el tiempo que ese tipo con cara de tonto llevaba en pantalla, se enamora de ella porque, claro, todos sabemos que torcerse un tobillo une mucho, por eso de la pasión nacida de la tragedia. Ella, que es una buena chica, por supuesto lo rechaza. Pero claro es que el chico tiene porno con chicas taiwanesas que son medio francesas (¿?) y Ming Ren le pilla una de estas películas e inmediatamente deduce por ella que está enamorado de Yang Yang. A partir de aquí comienzan a encadenarse una serie de escenas a cada cual más absurda y sin demasiada continuidad unas con otras. Cuando Ming Ren se entera del amor platónico de su novio se cabrea con Yang Yang, que claro, la pobrecilla no ha hecho nada. Así que para solucionarlo la protagonista sigue quedando con el tonto (así lo llamaremos a partir de ahora) y, en una escena sacada del peor de los culebrones, le dice que lo que suceda en las tres horas siguientes a ese momento nunca habrá sucedido, tendrá que olvidarlo, y claro, se lo tira. Para que todo sea muy injusto, al llegar a casa Yang Yang después de haberse tirado al tonto, Ming Ren le pide perdón por lo injusta que ha sido con ella. Y para completar el patetismo absoluto de la historia, en venganza por robarle al tonto (no contaré cómo lo descubre definitivamente, pues es una escena ya demasiado sonrojante), le hecha esteroides en el agua antes de una carrera (unos esteroides que además de ser los de más rápido efecto que puedan existir, se pueden meter en la botella sin romper el precinto de seguridad del tapón siquiera), y Yang Yang decide no defenderse y dejar el atletismo. Todo esto en el instituto, así que cuidado los que tengan hijos, no vaya a ser que se dopen en esos partidos de fútbol que se juegan entre colegios, o algo así, y terminen huyendo de casa por la vergüenza sufrida. Lo de la vergüenza me lo invento, pues es del todo imposible saber por qué hace las cosas esta tipa.

Tras esto se fuga con un manager de artistas o algo así, que de inmediato la convierte en portada de revistas. Así de fácil. Todos los hombres parecen estar enamorados de Yang Yang a pesar de que ésta se pasa la película con cara de estreñida. Será que lo de ser medio francesa tira mucho, a pesar de que, dicho sea de paso, es la actriz más fea de todo el reparto (incluso su madre tiene más atractivo que ella). Y luego la hacen actriz con un papel en francés para que lo vuelva a pasar mal y todo sea muy trágico. Luego tenemos otra escena en la que lo vuelve a pasar mal porque tiene que ir a clases de francés (esta les aseguro que es una de las más ridículas que he podido ver), otra en la que el tonto y el manager se pelean no sé muy bien por qué, otra en la que aprende a bailar tangos tampoco sé por qué, y un montón de desatinos más.

El caso es que cuando todo llega a su fin, todos esos personajes que aparecen y desaparecen continuamente porque sí, han dejado un montón de historias abiertas de las que no se cierra ninguna: no sabemos qué pasa con el tonto, no sabemos qué pasa con el padrastro, no sabemos qué pasa con la hermanastra, no sabemos qué pasa con el atletismo, no sabemos qué pasa con nadie.

Como colofón, al final nos meten el título de la peli a modo de créditos, y después de eso sale la cara de vinagre otra vez corriendo. Entonces uno dice: ahora, ahora es cuando va a pasar algo y vamos a averiguar qué ha pasado con todos esos personajes de los que el director, o el guionista, o no sé quién se ha olvidado. Pero no. Tras dos larguísimos minutos de la tiparraca esta corriendo salen los créditos y fin del asunto. Es que me imagino al director muerto de risa y diciendo: se la he colado, se la he colado, ahora a esperar a que los avispados de turno le encuentren el trasfondo social al peñazo este que me acabo de inventar.

16/11/10

Citas


Nos encontramos en la última de tres generaciones que la Historia tiene el capricho de repetir de cuando en cuando. La primera necesita un Dios, y lo inventa. La segunda levanta templos a ese Dios e intenta imitarlo. Y la tercera utiliza el mármol de esos templos para construir prostíbulos donde adorar su propia codicia, su lujuria y su bajeza. Y es así como a los dioses y a los héroes los suceden siempre, inevitablemente, los mediocres, los cobardes y los imbéciles.
ARTURO PÉREZ-REVERTE, El maestro de esgrima

14/11/10

Battlestar Galactica

*Este texto contiene spoilers. Para leerlos basta con seleccionar la parte que aparece en blanco.

El otro día terminé de ver la serie Battlestar Galactica, y no podía resistirme a escribir algo sobre ella, pues la experiencia había sido casi como ver literatura en imágenes, en una historia que mezclaba una reflexión sobre el funcionamiento político de la sociedad, y la eterna búsqueda de la trascendencia humana, cimentada sobre las bases narrativas de la Eneida. Es sin duda placentero encontrar todavía apuestas de tan alto nivel entre la ciencia ficción, y además consecuentes, cerrada esta en su cuarta temporada, sin alargarla innecesariamente ante la buena respuesta de la audiencia para acabar convirtiéndose en una degeneración ajena a aquello que era en un principio, como les ha sucedido ya a tantas series.

En ella, una civilización humana de otro sistema solar (Troya) es aniquilada por una raza de máquinas llamada Cyllon (Grecia), que había introducido entre ellos a un espía para eliminar sus defensas (caballo de Troya). Los escasos supervivientes deberán comenzar un largo viaje a través del espacio, guiados por el coronel Adama (Eneas), para encontrar un nuevo hogar cuya existencia sólo suponen y cuya ubicación desconocen por completo: la Tierra (Roma).

Con esta premisa argumental, los supervivientes deberán crear en su viaje una nueva sociedad desde cero, lo que dará lugar a un estudio de las luchas por el poder, la relación entre política y ejército, las crisis políticas, las revoluciones, los golpes de estado y las distintas soluciones a todo esto, siempre experimentando sobre el caldo de cultivo de una población reducida, lo cual, a todas luces, no simplifica las cosas, pues acaban por darse los mismos problemas de siempre: racismo, diferencias sociales, corrupción, desconfianza, crisis religiosas... Casi dando por sentado que todo nuevo comienzo para la humanidad es una condena a repetir siempre los mismos errores (tesis que se verá reforzada, aunque con un rayo de esperanza, en el último minuto del último capítulo de la serie).

La búsqueda de la trascendencia humana está basada en una bastante bien elaborada evolución de las religiones. Así, los humanos que inician el viaje adoran a una serie de dioses que se identifican con estadios anímicos y naturales, y que enseguida descubriremos que son los dioses grecolatinos, incluso con sus nombres originales. Tenemos, pues, a una civilización de tecnología futurista, con una sociedad del siglo XX y una espiritualidad muy atrasada. Los Cyllon que casi los han destruido, en cambio, lo han hecho en nombre de un único Dios verdadero del que todos somos hijos, y están convencidos de que siguen un plan divino que todo lo justifica, así que perseguirán a los humanos supervivientes para exterminarlos y cumplir así la voluntad de Dios en su particular cruzada.

Pero estos planteamientos tan evidentes irán modificándose a lo largo de la serie, y al tiempo que evoluciona la visión de Dios, provocando un cisma entre los creyentes, la nueva religión comenzará a ganar adeptos entre los humanos supervivientes, creando nuevos enfrentamientos religiosos entre estos y los seguidores de los antiguos dioses de Kobol, encarnados en Zeus y compañía.

Sin embargo todo dará un giro bastante acertado, aunque un poco cruel si tenemos en cuenta cómo había ido evolucionando el espíritu religioso a lo largo de la serie. En la última temporada seremos informados de que todo eso ya había sucedido antes, y que la nueva civilización humana había sido un intento terminar con la espiral de violencia que había llevado a su fin a una civilización anterior, pero que había fracasado también, motivo por el cual fue destruida y condenada a vagar por el universo para buscar un nuevo hogar. Llegados a este punto, la destrucción de Kobol por los Cyllon se entiende como un diluvio universal, y el viaje a bordo de la Galactica es el que Noé tuvo que pasar hasta encontrar Tierra de nuevo. Incluso, tal y como Noé tuvo que convencer a Dios para que no destruyera lo poco que había sobrevivido, ellos deben convencer, hacia el final, a los Cyllon de que no destruyan a la humanidad superviviente. No sólo hemos asistido al cambio de la antigua religión por la nueva, sino que incluso la serie en sí ha cambiado el paganismo por el cristianismo, revelando al final una suerte de Dios dual sin sexo ni raza, que engloba en sí mismo todas las diferencias existentes entre nosotros.

En resumen, produce alegría encontrarse con tan excelentes productos, y reconozco que me he quedado con ganas de más (aunque aliviado por que terminara donde tenía que terminar y no se alargara innecesariamente), así que me pondré a ver Caprica, aunque con algunas reticencias, pues no es tan bueno lo que he oído sobre este spin off.

11/11/10

Crónicas asiáticas (3) Nocturnidad


Al llegar a casa me encontré con los problemas que ya había previsto, aunque en aquel momento se magnificaron. No podía comunicarme en absoluto con los padres de mi novia, así que mis deseos de resultar cordial, amable y simpático se convirtieron en intenciones frustradas. La comida me resultaba extremadamente rara, cosa que a su vez agravaba el enorme sueño que tenía y mis horarios totalmente cambiados: no olvidemos que en ese momento era la hora de comer (¡¡¡las doce!!!) cuando yo debería estar plácidamente durmiendo. Además el calor era asfixiante y pegajoso, algo que me sorprendió al estar en el interior.

La parte del sueño la solucioné a medias durmiendo una siesta (o lo que fuera, pues no estaba muy seguro del horario que me tocaba en ese extraño día de 48 horas), tras la cual ya estaba más recuperado pero aún sin hambre cuando me sorprendieron con la cena a las seis de la tarde (creo que me va a costar horrores acostumbrarme a estos horarios). Después de cenar salimos a la calle, en noche cerrada (creo que eran las nueve), y fue entonces cuando comencé a ser consciente de lo que me rodeaba. Nada más salir de casa me di de bruces con una obra que continuaba en horario nocturno bajo la luz de los focos. No sé si continuarían toda la noche trabajando, hasta el amanecer, pero puedo asegurar que desde que llegué, todos los días que he salido a la calle por la noche he visto esa obra funcionando al mismo ritmo que durante el día. Fuimos al supermercado, parece que en hora punta, a las diez de la noche casi, pues estaba abarrotado a esas horas. A lo largo de todo el camino, en la acera se desplegaban tiendas improvisadas que comenzaban a montarse a la misma hora en la que nosotros salíamos de casa, la mayoría de las veces consistentes tan sólo en una cuerda colgada entre dos árboles, de la que pendían perchas con ropa. Así se extendía ante nuestros ojos todo un mercadillo nocturno que empezaba a cobrar vida de la misma manera en que más adelante descubriría que lo hacía todas las noches. Había por todas partes, en todas las calles, cuerdas entre árboles repletas de ropa como si fuera ese el fruto que daban, mantas en el suelo cubiertas por baratijas, puestos de comida entre los que sobresalían los de pinchos morunos a la brasa, asados en unos braseros alargados que parecían multiplicarse por todas partes. Resultaba todo un reto salir a la calle y caminar un largo recorrido sin caer en la tentación de comprar alguna tontería a todas luces innecesaria.

Cuando salimos también cogimos una bici. Éramos tres personas y cogimos tan sólo una bicicleta. No entendía muy bien el concepto al principio, hasta que caí en la cuenta. Aquella bicicleta, como todas en la ciudad, estaba provista de una cesta delante y una parrilla detrás, con lo que no debía mirarla como una bicicleta sino más bien como un carro de la compra, y esa era la función que iba a llevar a cabo. Podría afirmarse, de todos modos, que la bicicleta es el principal medio de transporte en Shijiazhuang. Esa noche también vi múltiples imprudencias (barbaridades, más bien) viarias, de las que creo que hablaré en conjunto más adelante, son demasiadas. El caso es que al llegar al supermercado vi allí la mayor aglomeración de bicicletas aparcadas que había visto en mi vida, aunque no era gran cosa en comparación con las que he visto después de esto.

Tras la aventura nocturna tocaba descansar, y está vez sí que recuperé los horarios (los míos, a los chinos aún me quedaba tiempo para adaptarme) y el sueño. Parece que ya volvía a ser una persona, o algo parecido.

7/11/10

Crónicas asiáticas (2) Autopista hacia el cielo (o casi)


Lo cierto es que el coche del gobierno resultó ser una furgoneta con una factura bastante pobre, más bien parecida a aquellos Range Robers que tanto nos entusiasmaban en los ochenta, cuando éramos críos, y que estaban repletos de aristas y tornillos con los que más valía no entrar en contacto. Al abrir la puerta lateral podían verse tres hileras de asientos sin separar las plazas (unas tres por hilera, dependiendo de lo apretados que quisiéramos ir) y nada ni lo más remotamente parecido a un cinturón de seguridad. No es que quisiera ser quisquilloso, pero teniendo en cuenta que lo que teníamos por delante era un viaje por autopista de más de trescientos kilómetros, no es que su ausencia me tranquilizara. Pregunté algo preocupado por ellos, y lo que obtuve fue un lacónico: no hacen falta. Resultaba obvio que la convicción en su innecesariedad era absoluta pues el conductor, único que tenía cinturón de seguridad junto con el copiloto (había un tercer asiento entre ambos que tampoco disponía de él), no hizo siquiera amago de abrochárselo.

Así que nos lanzamos a la autopista mientras nuestro chófer respondía a un mensaje que le había llegado al móvil. No sé cuál será la velocidad máxima para las autopistas en China ni si existirá ese concepto (cosa que dudo), pero nos lanzamos a unos ciento cuarenta kilómetros por hora de media con un trasto que yo dudaba que pasara de los cien, adelantando en zig-zag a todo aquel que osara frenarnos, usando para ello el andén de la derecha si era necesario y acomodándonos en el carril de la izquierda para circular con normalidad, mientras rebasábamos a camiones que circulaban por cualquiera de los tres carriles sin ningún empacho, usábamos cualquiera de ellos para adelantar, pasábamos entre camiones y mandábamos la distancia de seguridad a hacer gárgaras al tiempo que yo buscaba como un loco mi cinturón de seguridad o cualquier soga con la que amarrarme al asiento en su defecto.

Lo que vi en ese viaje por autopista no lo había visto nunca. Como ya he dicho, coches, un noventa por ciento de ellos con todas las lunas tintadas (incluida la delantera, aunque de un color ligeramente más suave que el resto, todo hay que decirlo), circulando por cualquier carril, usándolos todos para adelantar, incluyendo los arcenes, cruzándose unos con otros y utilizando el más mínimo hueco para pasar. Un coche parado en el carril derecho en mitad de la autopista sin ningún motivo aparente, sin luces de emergencia, ni triángulos, ni nada. Otro que se para en el cebreado de una salida, creo que para decidir si salía por ahí o no. Coches parados en los arcenes con personas bajando de ellos (recordemos que era la autopista) sin chalecos, ni precaución, ni nada que se le pareciera (abrían las puertas del lado de la carretera sin mirar y los coches que se aproximaban las esquivaban como si tal cosa). La entrada al peaje fue increíble: muchos se aproximaban por un lado de la fila y jugaban una especie de pulso con el vehículo de al lado para ver quien frenaba primero y tratar de colarse (uno de ellos éramos nosotros). Un coche que frena en el carril izquierdo, da el intermitente derecho y comienza a circular marcha atrás porque se había pasado la salida (recordemos que la salida estaba a la derecha y él en el izquierdo de tres carriles más un andén que, a fin de cuentas, también se usaba como carril). Una niebla de esas que en los dibujos animados los personajes frotan con la mano en la pantalla del televisor, formando un círculo, y acto seguido vuelve a cubrirlo todo, y a nadie circulando con las luces encendidas. Un Golf sin matrícula. Camiones llenos de sacos con la carga sin asegurar. La cabina de un trailer sobre la cabina de otro trailer, sobresaliendo unos dos metros por detrás y sin ningún tipo de señalización (y no quiero ni pensar como estaban unidos esos dos trastos). Los intermitentes... mejor no preocuparse por esas menudencias.

Al entrar a la ciudad todos esos problemas se multiplicaban por mil. Las normas de circulación parecían no existir, así que mejor no esperar que nadie tenga en cuenta ese tipo de cosas. La función de los semáforos resultaba un tanto difusa, no tengo ni idea de cuál podía ser el orden de preferencia en los cruces, si es que había alguno. Los carriles eran meramente orientativos, invadiendo el contrario en varias ocasiones para adelantar y tocando la bocina para que el que viene de frente se aparte. Bicis, motos y triciclos con motor circulaban (a cientos) generalmente por la izquierda, aunque podían aparecer por cualquier otro lado (vi a una moto que quería tomar una salida situada a su izquierda circular varios metros en dirección contraria para llegar a ella). Los peatones cruzaban la calle en una especie de juego de la liebre esquivando a los coches que se acercaban. A la policía (los de tráfico, quiero decir) esto debía parecerles lo más natural, pues lo miraban impasibles, y cuando pasó un grupo de motoristas del ejército la única diferencia fue que a ellos sí les cedían el paso los demás, aunque al mismo tiempo los que les cedían seguían en ese juego de ahora paso yo y tú me esquivas a mí que daba una impresión bastante surrealista del conjunto.

Cuando bajé de aquella furgoneta juro que estuve por besar el suelo, y lo habría hecho de no ser por cierta condición de la ciudad que ya contaré más adelante.

4/11/10

Crónicas asiáticas (1) En ruta


Podría empezar diciendo que casi llegamos tarde a facturar las maletas por culpa del metro de Madrid y su deficiente servicio, pero incluso yo me aburro de criticar a la capital de España, que en tantas ocasiones desmerece de ese título de capital. De modo que saltaré al avión de las aerolíneas húngaras que me depositó en Budapest. Poca cosa hay que decir: medio sandwich seco y unas azafatas a las que era obvio que no les pagaban por sonreír (me pregunto en este punto si en algún lugar existirán esas azafatas tan simpáticas que salen en las películas). En el aeropuerto de Budapest todas las cafeterías estaban a reventar, así que en cuanto vimos una mesita libre yo me abalancé sobre ella con todas las maletas y mi novia se puso a hacer cola para pedir algo de comer. Aquello estaba a rebosar de noreuropeos de edad avanzada que no sé si se iban de vacaciones o viven permanentemente en ellas, y mirándolos sin otra cosa que hacer empecé a examinar lo muy parecidos que se vuelven los unos a los otros los habitantes del norte de Europa cuando envejecen.

Tocaba subir al segundo vuelo, esta vez en un avión algo más grande que el anterior, que a fin de cuentas no pasaba de ser un autobús con alas, lo que acrecentó mis nervios. Huelga explicar por lo recién declarado que guardo cierto reparo a eso que llaman el medio de transporte más seguro que existe. Se suele achacar a quien comparte mi aversión a esos trastos con alas un miedo infundado, sin sentido, cuando lo que realmente me parece un sinsentido es precisamente no tenérselo. Vale que hay menos accidentes aéreos que de cualquier otra cosa, pero es que también hay menos tráfico aéreo que de cualquier otra cosa. Además, y esto nos pasa a todos, cuando vemos en las noticias que ha habido un accidente aéreo lo primero que pensamos es “a ver cuántos han muerto”, mientras que si el accidente es de cualquier otro tipo nuestros pensamientos son más bien del tipo “a ver si se han salvado”. Así que no creo ser tan ilógico. Por no hablar de esos vídeos sumamente tranquilizadores que te ponen al inicio del viaje en el que caen unas mascarillas de oxígeno (póngasela y respire con tranquilidad, te dicen) y te indican dónde puedes encontrar el chaleco salvavidas (???).

El caso es que cuando subimos al avión de Hainan Airlines ¡¡¡las azafatas sonreían!!! Y no sólo eso, sino que nos atendían educadamente (en chino, todo hay que decirlo), con toda la paciencia del universo. Los asientos estaban dotados de mantas para abrigarse, un pequeño cojín para acomodarse y un pequeño televisor situado tras el reposacabezas del asiento delantero, con cuatro canales de televisión (nada interesante, todo hay que decirlo) y un quinto en el que te daban información sobre el vuelo. Repito lo dicho más arriba, no tranquiliza demasiado: 33.000 pies de altura (recordando a Gila, calzando un cuarenta para arriba eso serán unos 10.000 metros), quinientas y pico millas por hora (hagan la cuenta ustedes mismos, pero creo que dan unos mil kilómetros por hora), tiempo de vuelo, tiempo que falta de vuelo y un mapita en el que se indicaba dónde estaba el avión más o menos. El momento estrella para las azafatas fue cuando subió al avión un tipo clavado a Kang-Ho Song, el protagonista de The Host. Además no era chino, así que bien podía haber sido él (aunque no creo, supongo que podrá costearse vuelos mejores). No encontraba su asiento, así que la azafata se lo tuvo que indicar mediante una discusión entablada en parte por signos, en parte por el chino de ella, en parte por el coreano de él (en realidad no sé si era coreano, pero como se parecía al actor voy a creer que sí) y en parte por cierta cosa parecida al inglés que ella hablaba en ocasiones. El caso es que la discusión se saldó con él profiriendo gritos de “xie xie, wo ai ni” (gracias, te quiero), y de nuevo “wo ai ni” otras dos veces que la enrojecida azafata pasó por al lado de su asiento.

Yo tenía entendido que la comida de los aviones era horrible y que resultaba mejor subir al vuelo bien comido, motivo por el cual habíamos pedido esos bocadillos en el aeropuerto de Budapest. Pues no. Creo que engordé, y bastante, en el avión a Pekín. Nos sirvieron para cenar una ensalada (la misma porquería verde de todos los restaurantes del universo; odio la lechuga), pollo con arroz, un trozo de algo parecido al pan (esta era la única parte mala), unas galletas, quesitos, mantequilla y no sé que más. En realidad parecía una comida para contentar a todas las partes que integraban el avión, tomando por la parte europea un menú más bien de tipo inglés y por la parte china unos platos más bien de restaurante chino. El desayuno también fue bastante mezclado: huevos revueltos con salchicha (inglés), dos platos más que podían pedirse en lugar de los huevos revueltos (chino), café o té, magdalenas y un cruasán. Aparte de las veces que pasaron ofreciendo bebidas, entre las que había cerveza y vino, lo cual me sorprendió bastante.

Luego llegó el momento en el que las azafatas intentan venderte cosas como si estuvieras en un mercadillo. Y luego dicen que los chinos no tienen pasta, pero la que yo tenía sentada a mi lado (el lado en el que no estaba mi novia, quiero decir) se dejó más de seiscientos euros en menos de cinco minutos. Que digo yo, si dispones de todo ese dinero, viaja en primera y déjate de tonterías.

Al fin el avión llegó a su destino, donde nos esperaba el comité de bienvenida. La tía de Geng (una alta funcionaria o algo así) fue a buscarnos con un coche del gobierno y un chófer, y allí estaban ella, el chófer y el padre de mi novia (sólo la expresión ya suena a peli romántica cutre), dispuestos a regalarnos con un viaje por autopista que cambiaría mi concepto de lo que se entiende por conducir.

2/11/10

Citas


Porque el vendedor sólo debe tener un objetivo: el éxito. Ahora bien, el éxito y el fracaso van siempre un trecho por el mismo camino. Nosotros resistiremos hasta la bifurcación, y no desmayaremos nunca [...] Por eso debéis preveniros contra la soledad. La soledad y la melancolía son los peores enemigos del vendedor. [...] Pero nosotros no sucumbiremos nunca al desaliento. Recordaremos que cada fracaso anuncia la cercanía de la victoria [...] Debéis de ser pacientes y obstinados [...] Viviréis en el presente; nuestro reino es el ahora.

LUIS LANDERO, El mágico aprendiz

De vuelta


Tras varios meses de obligada inactividad por el "no funcionamiento" de Blogger en la China, a partir de hoy trataremos de poner esto de nuevo en movimiento.

4/6/10

Viaje al Oeste (11)


La estructura narrativa de las series de anima y manga shonen siempre me había parecido demasiado básica y poco trabajada, con el esfuerzo mínimo para llegar al público infantil que busca atrapar, y sin ofrecer nada más que unos personajes tipo que se iban repitiendo de serie en serie. Me explico: lo que siempre vemos es a un protagonista fuerte que debe enfrentarse a alguien más fuerte que él; tras derrotarlo se hace más fuerte hasta que aparece otro enemigo todavía más fuerte al que de nuevo debe derrotar, y así sucesivamente hasta llegar al final de su viaje, donde su camino se completa y aparece plenamente realizado. Quizá los dos exponentes más perfectos (por lo clásico, no por la complejidad de su historia) sean Dragon Ball y Saint Seiya, siendo, además ,la primera nada menos que una adaptación del Viaje al Oeste, en la que vemos a Sun Wu-Kung transformado en el entrañable Son Goku (nombre que no es otro que el que el Rey Mono recibe en japonés), que además exhibe varias de las características del original: su rabo, su capacidad de transformarse, la barra que se alarga a una orden suya y su habilidad para viajar en las nubes.

Ese esquema de batallas y superación es el mismo que nos ofrece el Viaje al Oeste, y resulta un sistema narrativo oral perfecto para el desarrollo de una narración épica tan larga. Y digo larga porque la historia tiene nada menos que cien capítulos, cada uno de ellos de una extensión similar (algo mayor) a cada uno de los cantares del Cid. Si recordamos que en este último las compañías de juglares empleaban tres días para cantarlo, estaríamos hablando aquí de una recitación de nada menos que cien días (es evidente que no puedo asegurar esto, pues poco sé de la transmisión de la épica china). Resulta, pues, comprensible que los oyentes, conforme avanzan los capítulos, olviden algunas de las cosas que habían sucedido anteriormente, o incluso que se hayan perdido ese "capítulo", pues no olvidemos que se trata de literatura para el pueblo, que siempre se encuentra muy atareado. Así pues, la repetición se justifica y se convierte en un vehículo conductor perfecto para una historia de larguísima duración y, además, proporciona una serie de clímax y anticlímax que mantienen la atención del oyente. Esa misma situación se da en los shonen, que muchas veces se componen de cientos de capítulos. Y no olvidemos que también se pretende transmitir una serie de valores religiosos y morales. Si bien en Viaje al Oeste queda patente el enfrentamiento entre taoísmo y el emergente budismo a favor de este último (aunque Lao-Tse aparezca retratado como un sabio, sus intentos por detener al Rey Mono fracasan, además de ser burlado por él, mientras que triunfa le maestro budista Tathagata) hasta el punto de que Wu-Kung se convertirá a esta religión tras haber alcanzado el Tao, en las actuales series los valores religiosos o sociales desaparecen para quedar reducidos en un primer momento a la amistad y más adelante a la superación, muy adaptado a la sociedad competitiva actual.

Como ya dije anteriormente, oralidad y esquemas narrativos vigentes a través de los siglos: Nihil novum sub solem.

28/5/10

Rostros como rocas

Más de uno parece que ha sacado matrícula en este curso

Actualmente y generalizando (parece mentira que tenga que advertir esto) existen tres tipos de camarero cuando entras a un bar: chinos, patrios y sudamericanos (así, gradados de mejor a peor). Ya expliqué en otra ocasión cómo yo ya casi me dedico a buscar a los primeros. Pero es que a veces caigo en manos de los segundos. Eso fue lo que me sucedió el fin de semana pasado: iba con dos amigas a tomas unas cañas y tuvimos que lidiar con un tipo con una absoluta falta de vergüenza. La cosa fue como sigue: Entramos a un bar cuyo nombre no mencionaré (¡qué coño!, era el Txuribeltz, en la esquina de las calles Tejería y Merced) y nos sentamos en una mesa que juro que no tenía ningún cartel de reservado. Pedimos. Pagamos. Y una vez con las vueltas en la mano el tipo nos suelta que si no íbamos a cenar iba a necesitar la mesa. Y esto es algo despreciable que acometen continuamente el segundo y el tercer tipo de camareros: te sirven y después te sueltan que aligerando, que si alguien quiere cenar la mesa tiene que estar libre, o que cierra en diez minutos, o qué se yo. Todavía no me ha hecho eso un chino. Bueno, sí, pero ha tenido la decencia de decírmelo ANTES de servirme, y las copas cafés o lo que se terciara, me las he tomado en otro lugar, agradeciendo la advertencia y, por supuesto, con la idea de regresar en otra ocasión para, digamos, consumir la ronda pendiente. Pero claro, si me toman el pelo (y eso es lo que pretendían en el Txuribeltz), pues no vuelvo.

La cosa es que, efectivamente, a los diez minutos el tipo ya estaba en nuestra mesa echándonos, y lo que vino a continuación es imperdonable. Nosotros le informamos de los mal que nos parecía lo que había hecho, y aquello dio lugar a una serie de justificaciones que enumeraré a continuación con sus correspondientes contrarréplicas.

1) "Os lo dije antes de serviros" A esto se le llama negar la mayor, y cuando sucede en un comercio en el que uno está pagando debería ser motivo de reclamación inmediata, cosa que aún me pregunto por qué no hicimos. Cabría preguntar: Si me lo dijiste antes ¿podrías explicarme por qué, a pesar de ello, pedimos las consumiciones para no poder disfrutar de ellas?

2) "Podéis tomároslas en la barra" Ya, pero yo no quiero tomármela en la barra, de ahí que me haya sentado. No debería tener que explicar los motivos de que yo prefiera sentarme o quedarme de pie a ningún camarero, así que no lo haré.

3) "Esto es un restaurante. ¿Tú vas a un restaurante, te sientas en una mesa y no comes?" En primer lugar el Txuribeltz no es ningún restaurante, es un puto bar, y yo no veo que abra sólo para dar comidas y cenas. Aquí yo abandoné la discusión ante la revelada estupidez congénita de mi interlocutor: no iba a entrar en una controversia sobre si aquello era un bar o un restaurante. Pero mis dos acompañantes se quedaron y resistieron un último asalto que yo seguí en la distancia.

4) "¿Es que en algún bar os dejan usar las mesas a la hora de cenar?" Pasaré por alto el detalle de que su restaurante de pronto se había convertido en un bar. Yo no tengo por qué saber cómo funciona el negocio de nadie, y si alguien quiere que lo sepa, que me informe. Pero que lo haga a tiempo. En este caso era tan sencillo como colocar un cartelito de reservado para cenas en las mesas, o decírnoslo antes de servirnos. Precisamente íbamos desde otro bar en el que dicho cartelito estaba puesto, y nos habíamos marchado advertidos por su presencia. Y podíamos haberle dicho que sí, que sí hay bares que sirven cenas y permiten sentarse sólo a beber.

Sólo una cosa me queda por decir: no vayan al Txuribeltz... cuando visiten Pamplona al menos, si están fuera.

26/5/10

Atención al cliente (por no poner todas las burradas que me han pasado por la cabeza)


Todo comenzó varios meses atrás, cuando un desgraciado, que espero que esté siendo destrozado por las ruedas de algún camión mientras escribo esto, robó el bolso a mi novia con todo lo que había en su interior. Entonces se terció hacer una llamada urgente, para la cual necesitaba introducir en mi móvil de Movistar una tarjeta de otra compañía. Dado que el móvil tenía ya más de un año (bastante más) dije: no pasa nada, llamo a los de atención al cliente, que me liberen el móvil (la terminal, que dicen ellos) y llamamos con esa otra tarjeta. Al llamar, una señora de América del Sur me informó de que el código para desbloquear la terminal era una cosa muy delicada y que el proceso tardaba unos quince días. No disponía de ese tiempo, así que decidí no liberar mi móvil y buscar rápidamente un locutorio para realizar la llamada pertinente.

Hace dos semanas, decidí de nuevo liberar mi móvil por motivos que ahora no vienen al caso. Llamé al deplorable servicio de atención al cliente de Movistar y, tras mucho pelear con estúpidas voces robóticas, conseguí que me atendiera un señor de América del Sur. Le expliqué lo que quería hacer y comenzó a pedirme datos que yo le iba facilitando. La cosa fue tal que así. Dígame su número de teléfono. Tal. Espere un momento (dos minutos). ¿Es usted el señor...? Sí. Espere un momento (dos minutos). ¿Qué desea hacer? Liberar mi móvil. Espere un momento (dos minutos). Dígame el modelo de móvil. Samsung Z-240. ¿Cómo lo adquirió? Lo compré (vaya pregunta estúpida). Espere un momento (dos minutos). ¿Cuándo lo compró? No sé, hace más de tres años. ¿No recuerda la fecha? No. ¿Tiene la factura? No. Espere un momento (dos minutos). Dígame el número de imei. ¿El qué? El número de imei. ¿Qué es eso? Es un número que está en una pegatina debajo de la batería. Pero para eso tengo que apagar el móvil y quitar la batería, no puedo hacerlo mientras hablo con usted. ¿Está llamando desde la terminal que quiere desbloquear? Evidentemente. Entonces tiene que colgar, apagar el móvil, mirar el imei y volver a llamar. ¿Necesitaré algún dato más que esté en el interior del móvil? No. Muchas gracias.

El caso es que fue una llamada de más de diez minutos que no sirvió absolutamente para nada, y como había quedado en ese momento no llamé en el acto, lo que devino en que se me olvidó y volví a llamar hace una semana. Tras pelearme de nuevo con la desesperante voz robótica me pasaron con otro señor de América del Sur. Buenas tardes ¿es usted el titular de la línea? Sí. Dígame que es lo que desea señor... (este se sabía mi nombre sin que yo se lo dijera, parece que sabía usar el ordenador). Quiero liberar mi móvil. Dígame el modelo del móvil. Samsung Z-240. ¿Cómo lo adquirió? En una tienda (vaya con la preguntita). Bien, abra el móvil. Le estoy llamando desde el móvil, pero si lo que necesita es el imei ya lo tengo apuntado. No, lo que pasa es que para desbloquear su terminal es necesario que la abra y manipule unas cosas, así que necesita llamar desde otro teléfono.

Así que tuve que colgar, y como estaba en la calle de nuevo olvidé volver a llamar. Hasta hoy. He llamado a Movistar, he vuelto a enfadarme con la idiótica voz de robot y ha vuelto a contestarme una señora de América del Sur. ¿Qué es lo que desea? Quiero liberar mi móvil (la verdad es que uno empieza a sentirse como un idiota repitiendo tantas veces las mismas cosas). Bien, cuál es su número de móvil? Tal. Bien, un momento, por favor (cuatro minutos; nótese que a esta le costaba más entender cómo funcionaba el ordenador). Bien, ¿es usted el titular de la línea? Sí. Bien, dígame su DNI. Tal. Bien, un momento, por favor (tres minutos). Bien, manténgase a la espera (dos minutos). Bien, dígame su modelo de móvil. Samsung Z-240. Bien, un momento, por favor (cuatro minutos). ¿Cómo lo adquirió? En una tienda (empezaba a no soportar esa pregunta). Bien, dígame su número de imei. Tal. Bien, un momento por favor (cinco minutos). Manténgase a la espera, por favor (tres minutos). Bien, copie su número de desactivación: tal. ¿Y qué hago yo con este número? Bien, un momento, por favor (tres minutos). Manténgase a la espera por favor (cuatro minutos). Bien, marque lo siguiente en su teléfono: almohadilla, su número de desactivación, asterisco, seis, tres, ocho, asterisco, almohadilla. ¿Y después le doy a llamar y ya está? Sí, marca eso y ya tiene la terminal desbloqueada. Muchas gracias.

Así que he cogido el móvil, he marcado el código de marras y ya está. El móvil liberado. Ni espera de quince días, ni código extremadamente sensible, ni llamar desde otro teléfono, ni manipular el aparato, ni nada. Cuatro llamadas, la última ni sé de cuánto tiempo con tanta espera, un montón de caraduras que sólo te vuelven loco supongo que para no darte jamás la información que necesitas y que están obligados a darte, una voz robótica que maldito sea el imbécil que la ha grabado... y todo eso sólo para darme un código. Algo que debería haber sido resuelto en los primeros treinta segundos de la primera llamada. Sólo una cosa me queda por decir. Si alguien tiene un Samsung Z-240, el código para liberarlo es #61593817*638*#. Márquenlo inmediatamente y dejen de pertenecer a su compañía de teléfonos, sea cual sea.

24/5/10

Síntomas primaverales


La del viernes fue la primera tarde verdaderamente primaveral (casi veraniega) del año y yo no tenía plan de ningún tipo para disfrutarla. Ante tal inconveniente y una rotunda negativa personal a permanecer en casa en esas circunstancias, me armé de un libro y salí en busca del lugar más bucólico posible para disfrutar de su lectura. Mis pasos me condujeron hasta el mismo centro de la Ciudadela, casi paradisíaco lugar en el que se despliega un tupido cesped en todas direcciones desde sus exacto centro geométrico, marcado por una fuente con forma de flor a la que, para redondear la escena, dos patos se habían acercado a nadar. No sé de dónde habrían salido. Yo desenfundé mi novela y me senté a la sombra de un árbol en aquel jardín más bien barroco.

Así permanecí durante largos minutos, pero la perfección nunca es eterna. Aparecieron por allí dos niñas, pequeñas, inconscientes, sin culpa (que políticamente correcto me ha quedado esto), seguidas de su padre, adulto, consciente y culpable. Y comenzó uno de esos procesos mentales por los que se descubren los motivos que producen que la sociedad se esté yendo a la mierda sin remedio. Las dos infantes, bajo la atenta mirada de su padre (cuyo único dato positivo era que no las perdía de vista), comenzaron a arrojar bloques de tierra del tamaño de su propia cabeza al interior de la fuente. Ni que decir tiene que los patos, quizá incluso más molestos que yo por semejante género de diversión, volaron espantados. El padre abrió la boca, no crean, como yo lo hice, que para afearles la conducta: cuidado no os caigáis. Ahí estaban ellas, cargándose uno de los pocos lugares bien cuidados de la ciudad, y su padre tan campante.

Me largué de allí, pues o me iba yo o cometía un necesario acto de limpieza social que muchos considerarían un crimen. Pero luego gentuza como ese padre se echará las manos a la cabeza por cómo está la sociedad (si hoy no les ha dicho a sus hijas no estropeéis la fuente, mañana no les dirá tampoco no agradáis a vuestro profesor, ni pasado no vendáis drogas o yo qué sé), que en los colegios no les enseñan lo que él no se molesta en enseñarles y mil cosas más. Visto el estado de las cosas no sé por qué la gente se lleva las manos a la cabeza por la asignatura de educación para la ciudadanía (asignatura ridícula por lo innecesaria si hubiera padres decentes). Yo más bien propondría una lobotomización para la ciudadanía.

29/4/10

Libertad 2.0


http://libertad20.es/

28/4/10

Hora de comer


Si alguna vez comencé una dieta, ésta se fue definitivamente al carajo el sábado. Y es que no se nos ocurrió mejor idea que ir a uno de esos lugares llamados bufés libres, en los que la posibilidad de comer sin límite hace (al menos en mi caso) que uno quiera probar todos y cada uno de los platos que allí se encuentran. Adelanto que tal intención fue imposible de llevar a cabo debido a la desproporcionada cantidad de comida que allí había reunida: comida china, mariscos, sushi (un tipo hacía las bolitas de arroz y colocaba el pescado sobre ellas sin parar), comida española (con otro tipo preparando paellas a destajo), comida italiana, wok, pizzas, una parrilla de carnes argentinas en la que cocinaban todo en el acto, otra parrilla con pulpos, sepias y gambas, cinco tipos de tarta, panacottas (ni sé ni me interesa saber el plural en italiano), flanes, yogures y muchas frutas distintas, rematado todo esto por un tipo que hacía crepes sin parar.

Y ahora díganme si no es como para engordar 20 kilos en la misma comida, más aún con el afán que yo tengo por probar todos los platos en este tipo de sitios. Ni que decir tiene que no logré cumplir mi objetivo: ni pizza, ni ostras, ni lomo, ni chorizo criollo, ni pasta, ni wok... Y descartando así parece que no comí nada, pero no pueden hacer una idea de todo lo que entró en mi estómago: pollo crujiente, cangrejo, chopitos, sepia, langostinos, carne especiada, solomillo, sushi, calamares, tartas, crepes, fruta, flan y un largo etcétera.

Así que ya saben: si quieren la próxima cena la hacemos en Madrid, que me quedé con ganas de probar el resto.

P.D.: Y si el sábado tocaba la calidad (y la cantidad, para qué negarlo), el domingo lo castizo, que tampoco está mal: un bocata de calamares y una caña servidos sobre un mantel que acumulaba el aceite de generaciones en una tasca que jamás había conocido reforma alguna, y de postre un helado de mojito en una heladería italiana no muy lejana.

Y dejemos ya de hablar de comida, al menos en una buena temporada.

14/4/10

Tente

Este era mi favorito

Es mentira que el tiempo nos dé alcance de forma gradual, lo hace en un instante y carga sobre nuestras espaldas todos los años de los que no éramos conscientes. Digo esto porque el otro día cayeron sobre las mías al menos veinte años en un instante y sin ninguna consideración. Estaba con un amigo buscando un regalo de cumpleaños para su sobrino, y lo que debería haber sido rápido (un ¿qué juguetes están de moda ahora mismo entre los críos; pues éste, éste y éste; bien, me llevo esto entonces), se convirtió en una suerte de tortura psicológica al dejarse llevar el tío por la nostalgia.

El caso es que allí estábamos mirando juguetes cuando, como he dicho, mi amigo sufrió un ataque de nostalgia y decidió que iba a regalar a su sobrino uno de los juguetes con los que él jugaba de niño (ha llovido desde entonces) y detuvo a una de las dependientas de la juguetería para preguntar: ¿Tenéis Tente? Para los desmemoriados o para aquellos que no puedan tener memoria de esto, explicaré que Tente era una marca que comercializaba muñecos, robots, barcos y demás, que se montaban por piezas. Esto es, tú (yo) eras un crío que recibías una caja de mediano tamaño, la abrías y ahí dentro sólo había miles de piezas (no eran tantas pero lo parecían) del tamaño de una de las teclas del ordenador. Junto con ellas venía un dibujo de aquello en lo que todos esos trozos de plástico debían convertirse. Entonces comenzaba el montaje, o lo que es lo mismo, tenías a tu padre durante dos horas esclavizado montándote el juguete para poder dejar volar la imaginación lo antes posible.

La dependienta puso cara de asombro ante lo que parecía la pregunta de un marciano, antes de soltarnos, así, a bocajarro, que eso hacía la tira de años que ya no se fabricaba, y que había sido sustituido por otra marca de nombre impronunciable. En ese momento nos dio el tiempo alcance, con los veinte años que hacía que nosotros jugábamos con los Tente. Desaparecidos. Para siempre. Y con ellos nuestra infancia, de cuya pérdida parecíamos no ser conscientes.

Pero al final el niño tiene su regalo: un flexo. Prueba de que el tiempo es también un gran enemigo de la imaginación. Mientras nuestra mente se refugia en la niñez tenemos ideas (ya verás que juguete más guay: un Tente) pero una vez que nos quitan eso no encontramos en el presente nada que nos sirva de soporte fantástico. Quizá es que perdemos la imaginación al crecer y si nos quitan los elementos de aquella época en la que la tuvimos nos vemos perdidos. Quizá.

10/4/10

Viaje al Oeste (10) Citas


No hay cumbre sin monstruo ni cima en la que no habite un demonio.

Viaje al Oeste

8/4/10

Hermosa retórica


Ayer El País publicaba un artículo inusualmente interesante, firmado por una tal Sinnead O'Connor, a quien desconozco por completo, al parecer una músico dublinesa. Ella se quejaba de la carta de falsa disculpa escrita por el Papa con respecto a los abusos sexuales cometidos en Irlanda y en la que, como todos ya sabemos, dice que le horroriza lo sucedido (o algo así), habla de perdón y de orar y esas cosas, pero hace también un vergonzoso ejercicio de caradura al tomarlo por un problema de la iglesia irlandesa y no asumir la responsabilidad que él tiene como jefe supremo de todos los obispos, estén donde estén. Por no mencionar que oculta que fue informado de todo esto cuando también él era obispo y no hizo nada al respecto, es más, también lo ocultó entonces. Y estamos hablando de ocultar un delito: ¿Hay alguna ley que impida juzgar al Papa?

Todo lo que dice está perfectamente razonado, así que, por favor, léanlo. De todos modos el párrafo que me ha llegado al alma es el siguiente:

El Vaticano está actuando como si no creyera en un Dios que todo lo ve. Quienes dicen ser los guardianes del Espíritu Santo se dedican a aplastar todo lo que el Espíritu Santo representa. Benedicto es culpable de dar una imagen falsa del Dios al que adoramos. Todos sabemos, en el fondo de nuestro corazón, que el Espíritu Santo es la verdad. Por eso sabemos que Cristo no está con esos que le invocan con tanta frecuencia.

Supongo que se habrán dado cuenta de porque me ha llamado tanto la atención está frase. Ni más ni menos que porque utiliza la misma retórica a la que tan acostumbrados nos tiene la iglesia, contra ella. Son verdades absolutas, inatacables y realizadas desde la fe. Como todas esas que tenemos que tragarnos, al menos en España, todas las semanas por parte de la Conferencia Episcopal. Qué maravillosas que son cuando se vuelven contra aquellos que las escupen habitualmente. Bueno señores, me voy a levitar un rato.

26/3/10

Lecciones de literatura periodística (4)


He visto un anuncio en la tele, no sé en qué cadena porque estaba zapeando, que me ha dejado seriamente preocupado por la salud mental de este país (por si alguno se lo pregunta, sigo en España). En él salían dos tipos leyendo un periódico y un lema decía bajo ellos: "Orgullosos de ser de derechas". Que ya tiene que estar mal la derecha española para que necesite publicitarse de esa manera. Después una voz en off decía: "La Gaceta. Tú lo piensas, nosotros lo decimos".

No voy a meterme en lo efectivo o no de dicho anuncio. Por desgracia no me cabe la menor duda de que lo será y mucho, al menos entre cierto sector de la población, y eso es lo que me hace preocuparme. Es lamentable que este tipo de mensajes tengan no sólo alguien que los enuncie, sino también alguien que los reciba con entusiasmo. Pero al margen de eso, refleja a la perfección el lamentable estado en el que se haya el mundo informativo del sur de los Pirineos. Y lo hace en una clarividente frase: Tú lo piensas, nosotros lo decimos. Es decir: no importa lo que realmente haya sucedido, no importan las opiniones críticas y razonadas al respecto, no importan las pruebas ni los indicios (pues nosotros tomaremos por falsedades las primeras si nos conviene y por pruebas los segundos si asimismo nos conviene), no importan los hechos (pues los negaremos si nos desagradan)... lo que importa es que pensamos como tú, y te vamos a decir lo que tú quieres oír. Para que sepas que tienes razón, que todos esos que no opinan como tú no son más que una recua de progres y de izquierdosos. Y sólo leyéndonos a nosotros estarás informado (de sobra es conocido que el resto de medios sólo publican propaganda del gobierno). Menos mal que nosotros estamos unidos y gracias a ello somos grandes, y seremos también libres, al menos libres de sus mentiras, porque no es otra cosa lo que ellos publican.

A fin de cuentas quién quiere recibir una información veraz si le pueden decir a uno sólo lo que quiere oír. ¿Creen que exagero? Pues yo aún diría que me quedo corto.

23/3/10

Lecciones de literatura periodística (3)


El País suele pecar de ser demasiado benévolo en ocasiones con la izquierda y demasiado duro en otras con la derecha; es algo de lo que no se escapa ningún periódico, a fin de cuentas. Pero a lo que no acostumbra es a manipular la opinión de sus lectores, como a diario lo hacen La Razón o Público, por poner dos ejemplos de medios totalmente opuestos en cuanto a ideología. Hasta hoy.

En la edición digital de El País, con respecto a la salida de Google de la China, podemos ver una encuesta en la que se pregunta: "¿Hace bien Google al no censurar las búsquedas en China?" Fíjense, para empezar, que no nos preguntan si Google hace bien en marcharse de la China, sino en no censurar, como si esta empresa fueran los paladines de la libertad representando a occidente. Pero lo que realmente me molesta son las respuestas. La primera de ellas es: "Sí, es más importante defender la libertad". La segunda: "No, perderá un mercado estratégico". Y la tercera: "Ns/Nc". Queda claro el mensaje ¿no? Google está dispuesto a perder un mercado estratégico de la importancia del chino, si con ello puede defender los valores y la libertad que tanto nos ha costado alcanzar a occidente. Así que puedes responder dos cosas: o estás de acuerdo con la valiente actitud del gigante informático, o eres un capitalista sin escrúpulos al que sólo le importan las cifras de ventas y para nada la libertad. Siempre cabe la tercera opción de que uno no sea capaz de decantarse por una opción u otra, un pusilánime, vamos.

Porque claro, la encuesta da por hecho (y de paso no nos deja pensar otra cosa) que Google se ha marchado del país por problemas morales, no porque su imagen internacional se haya visto dañada en los últimos meses por someterse a la censura, no porque esa imagen no cuadraba en absoluto con la publicidad 2.0 que esta empresa realiza, lo que le llevaba a perder clientes, no porque la aceptación del filtro chino le hiciera perder terreno frente a sus competidores directos... Así que, como nada de esto le importa, sino tan sólo la sacrosanta libertad, Google se marcha de China. Perdón, ¿he dicho que se marcha? Es que lo he leído tantas veces en la prensa que casi me lo he creído. Lo que Google ha hecho es eliminar su servidor de China y pasar todas las búsquedas chinas a través de su servidor de HongKong, que allí no tiene censura. Ahora ese servidor realiza búsquedas tanto en cantonés como en mandarín y asunto arreglado. ¿Perderá clientes en China? Seguramente. Pero ni por asomo se larga de tan jugoso pastel, no al menos por los próximos 50 años, que son los que HongKong tiene de casi absoluta independencia con respecto del resto del país.

Así Google, lava su imagen y de paso permanece en China. Lo que, ojo, no me parece mal en absoluto, pues son una empresa y como tal tienen que funcionar. Lo que sí me parece mal es que un periódico se esfuerce en predisponernos en contra de un país cuyo sistema no nos gusta. Si quieren atacar a China hay mucho con lo que hacerlo, pero por favor, no lo hagan con mentiras ni con verdades a medias, porque entonces nosotros perdemos la razón.

17/3/10

Aguirre Rebelde Way


Vaya por delante que me toca las narices la subida del IVA (es más, me parece el último ejemplo de caradura del gobierno, pues si tan importante como dicen es su recaudación, lo tenían que haber subido lo primero y haber dejado quietas las facturas del agua y de la luz, pero no, mejor si lo subimos todo, incluso aquello de lo que no tenemos manera de escapar, parece que este gobierno no se da cuenta de que los ciudadanos también estamos en crisis y se ha propuesto impedirnos ahorrar a toda costa), pero me las toca, aún más si cabe, la actitud de la lideresa madrileña del PP. Porque con toda su caradura, que supera en mucho (y es difícil) a la del gobierno, dice ahora que va a encabezar una rebelión contra la subida del IVA. Lo que traducido a un lenguaje libre de farsas viene a significar que va a fingir rebelarse contra el gobierno para que los votantes del PP crean que ella es la buena y la prefieran a Rajoy. Y quizá engañe a sus votantes del resto de España, pero muy tontos tienen que ser los ciudadanos madrileños que se dejen embaucar por ella. Porque vamos a ser serios: a esta señora le molesta muchísimo esa subida del 2% del IVA y va a rebelarse contra ella, pero hasta la fecha no se ha rebelado contra la subida del 25% en el transporte público o del casi 50% en algunos casos en la recogida de basuras que su partido ha llevado a cabo en la Comunidad de Madrid, impuestos de los que nadie puede escapar y que suponen una subida del todo desproporcionada. Fíjense: el abono de transporte público de Madrid para 10 viajes, el año pasado costaba 7,20€ y este año cuesta 9€, mientras que la subida del IVA lo va a llevar a 9,02€, pero a ella lo que le preocupa es esta subida y no la anterior.

Repito: me toca muchísimo las narices esta subida del IVA (sobre todo con las previas subidas de impuestos ya a las espaldas), pero me las toca mucho más que gentuza como esta señora venga a reírse de nosotros en nuestra cara.

12/3/10

Miguel Delibes


Ha muerto el abuelo de las letras españolas. Llevaba años sin escribir pero su sombra era alargada. Esperemos que sus nietos literarios sepan mantener su legado.

11/3/10

¿Y mi película?


El lunes y el martes de esta semana deberían haberse proyectado en Civican, en Pamplona, dos películas en inglés y subtituladas también en inglés. Las proyecciones en cuestión estaban dentro de un ciclo de cine en versión original que se encontraba dentro del programa de Civican para este invierno. De modo que me dirigí el lunes a recoger una invitación para la película de ese día, tal como estipulan las reglas que ellos han puesto y, sin absolutamente nadie todavía haciendo cola, a la hora exacta a la que se supone que empiezan a dar las invitaciones, no quedaba ni una. Lejos de enfadarme, aunque extrañado, pregunté si había entradas para la peli del día siguiente, a lo que la respuesta debería haber sido un lacónico "no sé", puesto que las entradas se entregan el mismo día de la película desde una hora antes de la proyección. Sin embargo no fue eso lo que me respondieron sino: "no, no quedan, porque es una actividad de la escuela de idiomas, y aunque nosotros pongamos la sala e imprimamos las entradas, se las hemos dado todas a ellos".

Bien, llegados a este punto yo me pregunto, si es una actividad de la escuela de idiomas, ¿por qué Civican la anuncia como propia, burlándose de esa manera de todos aquellos que pretendemos asistir? Y una cosa más, que me parece al tiempo sospechosa y preocupante: ¿Qué tipo de relación existe entre la escuela de idiomas (entidad pública) y Civican (entidad privada), para que aquella haga uso de las instalaciones de esta de manera tan vergonzosa? ¿Quizá sea esto parte de la banca cívica que prepara Caja Navarra? ¿Ofrecer algo y luego decir que no lo habían ofrecido, aunque medie un programa que misteriosamente ayer había desaparecido de las instalaciones de Civican? Que yo sepa a eso se le llama publicidad engañosa y el gobierno debería interponer una demanda por ello. Aunque claro, en Pamplona estas cosas no nos pillan de nuevas y todos conocemos el vergonzoso funcionamiento de las instituciones públicas y supuestamente privadas.

4/3/10

Viaje al Oeste (9) Citas


"No puede ser condenado quien desconoce la existencia de una norma"

Es evidente que la ley y la justicia no siempre coinciden, pero es que ésta parece ir difuminándose poco a poco al amparo de aquélla. Al menos en el mundo actual. Parece que los antiguos chinos, al menos sus proverbios, tenían más presente la relación que debe existir entre ambos términos: las leyes existen para poder impartir justicia, y no para sustituir a ésta. Con este pensamiento es lógico que quien no conoce una ley no pueda ser castigado por infringirla, son tantas y tan desconocidas para tantos tantas de ellas. Pero eso no parece importar demasiado en un mundo que promulga que "el desconocimiento de una ley no exime de su cumplimiento" y, como es lógico, no podemos cumplir aquello de lo que no tenemos conocimiento, lo que nos puede abocar a procesos kafkianos en los que no comprendamos cuál es nuestro delito, o involucrarnos en terribles problemas por defendernos o por no hacerlo en la forma en que dicta una ley del todo ajena a nuestro conocimiento.

A veces los antiguos proverbios chinos son bastante clarividentes, al tiempo que nos sumen en cierta depresión al comprobar cómo se ha ido deteriorando el sentido de la justicia con el paso de los siglos.

3/3/10

Sonría por favor


Cada vez me toca un poquito más las narices el grito de alarma de: "los chinos están comprando todos los comercios, van a acabar con el comercio local." Pues bien, hoy me he tomado un café en un bar de esos de toda la vida: he tenido que llamar a la camarera de un extremo al otro de la barra porque no se dignaba a venir a atenderme, ha venido con cara de perro, cuando le he preguntado cuánto era me ha dejado solo en la barra con el dinero en la mano y para colmo el café estaba frío. Y esto no es un ejemplo aislado, es algo que suele pasar muchísimas veces, sobre todo en los bares de Pamplona, ciudad en la que parece que te están perdonando la vida cuando te sirven una caña. Ayer me tomé el café en un bar chino: el camarero me recibió sonriendo, acudió a atenderme en cuanto me acerqué a la barra, me sirvió el café caliente, me cobró cuando le pedí que me cobrara (cosas todas estas que no debería tener ni que mencionar, pues entran dentro de lo que deberíamos entender por lógico) y, como plus, atendió pacientemente a todos los disparates que a mi compañero de cafeína se le ocurrieron con un libro de chino en la mano (y esto ya no tenía por qué haberlo hecho, así que ya me ha ganado como cliente). Y esto sí es algo bastante habitual en todos los bares regentados por chinos.

Esta anécdota que acabo de contar, por desgracia, es aplicable a casi todo tipo de comercio: los comerciantes chinos generalmente te atienden, te sonríen y te tratan con amabilidad, mientras que los comerciantes españoles muchas veces son ariscos y antipáticos. Visto así cómo vamos a extrañarnos de que aquellos tengan éxito en sus negocios mientras vemos como los que siempre nos han acompañado van cerrando poco a poco. Antes no quedaba más remedio que tragar, pues en todos lados era lo mismo, pero ya no es así. Ahora tenemos empresarios de ojos rasgados que por lo visto son bastante más avispados, al menos lo suficiente como para darse cuenta de que si alguien deja dinero en tu local no lo puedes tratar mal, regla básica que parecía habitar alguna especie de limbo hasta su llegada.

Hay bares en Pamplona a los que yo procuraba acercarme lo menos posible por la antipatía congénita de sus camareros, y a los que he empezado a ir al cambiar estos a manos orientales. Y si los locales "patrios" se van todos al garete, pues qué quieren que les diga, bien poco culpable me sentiré yo. Que sonrían y nos atiendan como es debido, y entonces acudiremos.

12/2/10

Citas


Tenemos también la hipótesis de la selección natural: todo cuerpo sumergido en el agua y que no sale a flote se lo tiene merecido.

CLAUDE BLETON, Los negros del traductor

8/2/10

Vuelta a la realidad


Cuando el PSOE ha llevado a cabo su enésima estupidez de la legislatura y me planteo si en las próximas elecciones votaré al PP ante tanta incompetencia, aparece en la tele la señora de Cospedal o Sáenz de Santamaría, tanto da, nunca llegaré a distinguirlas, con su actitud chulesca y amenazante y sus velados insultos hacia quienes quienes no aprobamos su forma de actuar, y recuerdo por qué jamás votaré a ese partido con tan preocupantes componentes. Esta mañana hablaba en no sé qué programa de actuación vergonzosa del gobierno delante de la comunidad internacional, no sé a cuento de qué esta vez (es que llega un punto en que los discursos del PP no sé si vienen porducidos por hechos reales o por mera costumbre), olvidándose de comentar que hace unos días su querido Aznar se descolgó por ahí hablando del peligro económico que representa España, cosa que, aunque fuera cierta, sólo por mera deferencia hacia su país debería haberse grapado la boca.

Luego me encuentro con artículos como este de El mundo (léanlo, por favor), que me hacen reafirmarme en no votar a ese partido en toda mi vida y preguntarme, además, por qué no están todos sus dirigentes con sus huesos en la cárcel. Y como otro ya lo ha comentado mejor de lo que yo podría hacerlo jamás, les apremio a que visiten su página. Y después de haberlo hecho, voten a esos señores si quieren. Yo creo que la única opción que nos queda es huir de este país.

7/2/10

Citas


En Francia, el libro tuvo un éxito arrollador, pues lo adornaban todas las virtudes: era corto, de letra grande, y el esquema del mensaje estaba en las primeras líneas [...], lo que ahorraba a los críticos la ingrata tarea de tener que leérselo todo, hasta la última página.

CLAUDE BLETON, Los negros del traductor

13/1/10

Podio cómics 2009


Hasta la saciedad he comentado por ahí que este había sido mi año de descubrimiento del cómic, así que tal como hice el listado de los cinco mejores libros que había leído, haré ahora el de los cinco mejores cómics. No es que hasta ahora no hubiera leído ninguno, sino que este año casi los he devorado compulsivamente en una especie de intento por rellenar ese hueco cultural.

5
Este increíble cómic de estética ciberpunk constituye una suerte de búsqueda de la humanidad. Si bien la materia narrativa no avanza con excesiva fluidez (más bien a trompicones en algunas ocasiones), las disquisiciones de orden moral que la detienen se convierten a la larga en el verdadero cuerpo del relato. Además el texto está salpicado por notas en los márgenes colocadas ahí por el propio autor y que, a pesar de ser difíciles de conjugar en ocasiones con la historia en sí, contribuyen en gran medida a configurar su alma.

4
GUY DELISLE, Shenzhen

Shenzhen constituye el diario de viaje del canadiense Guy Delisle durante el tiempo que estuvo en esa ciudad china para sacar adelante una serie animación. Se trata sin duda de la más divertida de sus novelas gráficas y consta de la superposición de escenas más o menos graciosas que allí le ocurrieron. Sin embargo, en esa aparente sencillez logra retratar de manera muy humana el mundo en el que se vio inmerso durante el tiempo que duró su aventura.

3
Un hijo que ha tratado injustamente a su padre durante toda su vida se dará cuenta de ello a la muerte de éste, al tener que regresar a su pueblo natal para acudir al funeral. Ese es el sencillo argumento de esta genial novela gráfica, en la que el progreso, representado en el hijo que viene de Tokio, tendrá que vérselas cara a cara con la tradición a la que ha intentado vanamente expulsar de su vida, representada en su familia y su pueblo y, como no, en el padre muerto.

2
NATSUO SEKIKAWA, La época de Botchan: La bailarina del otoño

No se trata de la mejor de la serie de novelas firmadas por Sekikawa e ilustradas por Taniguchi (confieso no haber leído aún la última), pero si hay que elegir una, debe ser ésta, pues es la que mejor combina la historia particular que relata con el mundo que quiere retratar. En ella una dama alemana viaja al Japón para acudir a la promesa de matrimonio que le ha hecho un militar, pero una vez allí chocará con la mentalidad japonesa, que obliga al militar a servir a su país dejando a un lado sus sentimientos militares, y faltar a su promesa. Tanto el protagonista de esta segunda parte como Soseki en la anterior llegarán a la misma conclusión tras su aprendizaje en Europa: lo que el Japón debe aprender de Europa es a seguir su propio camino y no tratar de imitarlos.

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Resulta difícil resumir el argumento de esta ambiciosa obra literaria, pero lo más acertado sería decir que se trata de la Odisea, pero contada en esta ocasión a través de todo un linaje familiar. En ella una familia compuesta por los mejores guerreros del universo deberá encontrar su particular Ítaca. En realidad cada uno de esos terribles guerreros son alter egos de otros igualmente terribles héroes griegos, pero colocados en un mundo de ciencia ficción en el que, al igual que en el nuestro, reinan el poder, la fuerza y la corrupción.

9/1/10

Podio libros 2009


Pues como el 2009 está ya terminado definitivamente, me tomaré la licencia de hacer una lista (me encantan las listas absurdas e inútiles) con los cinco mejores libros que he leído este año (con un particular criterio, pues no pienso utilizar tan solo argumentos de calidad, sino mi gusto personal). Quizá se pregunten porqué la lista sólo incluye cinco títulos. Es bien sencillo: poner por orden de preferencia un número mayor de cinco es una tarea que no me apetece llevar a cabo (demasiado cansada). Además, por motivos económicos, todos los títulos intersantes publicados en 2009 los he dejado postergados para 2010; entonces habrá que echarles un vistazo. Ahí vamos.

5
Fitzgerald nos transporta a un mundo que al principio parece llevarnos a un estado de felicidad casi infantil, pero que al final terminará dejándonos un gusto bastante amargo. En él las relaciones personales y los afectos se revelan como algo superficial en el esquema del sueño americano, conformando un mundo carente de valores que observamos desde la distancia y contra el que se nos pone en guardia.

4
Sin duda la mejor de las tres primeras novelas de Sherlock Holmes (tengo pendiente la lectura de las publicadas tras ella). El famoso detective se enfrenta a una suerte de misterio licantrópico que amenaza al heredero de una gran fortuna. Las deducciones de Holmes se vuelven en esta novela mucho más serias que en las dos anteriores, y no es de extrañar, pues Doyle lo ha hecho pasar por múltiples aventuras en dos libros de relatos.

3
El título de esta falsa (o así lo espero) autobiografía viene dado por la máscara metafórica que el protagonista debe ponerse para ocultar su verdadera personalidad y vivir así en sociedad. Si bien Mishima era bastante raro, no creo que llegara a los extremos de este personaje apocado, sádico y obsesionado con una muerte heroica. Sin embargo representa a la perfección el enfrentamiento entre la persona individual y la sociedad, que si bien es un tema universal, resultaba mucho más peliagudo en la época en que fue escrito, en un Japón recién salido de la Segunda Guerra Mundial y que perdía rápidamente sus tradicionales valores colectivos para sufrir una profunda ocidentalización.

2
No sé si me lo imagino o realmente es así, pero esta novela, probablemente la más conocida de Asimov, se me antoja como una especie de denuncia del la utilización del conocimiento como arma de poder. En ella una organización religiosa que detenta el conocimiento de toda una civilización lo exhibe como una magia que sólo ellos pueden controlar, con lo que hacen que todas las demás naciones dependan de ellos. Es fácil identificar a esta organización con el Vaticano, pero más allá de eso, parece denunciar también el actual sistema económico, en el que se crean unas necesidades ficticias que una vez establecidas deben ser mantenidas a cualquier coste.

1
Botchan significa señorito, y eso es precisamente lo que es su protagonista: un señorito que se ve obligado a vivir en un pueblo del que desprecia a sus habitantes por no haber sido educados como él. Y más allá, es la alegoría del encuentro de dos modos de vida totalmente opuestos en el que uno supuestamente más avanzado desprecia al otro (occidente-oriente) al final de la era Meiji. El enfrentamiento de Botchan con el pueblo, del que deberá aprender para madurar y seguir adelante, es el enfrentamiento del Japón con occidente. Una novela humorística, pero que encierra una gran enseñanza: todos tenemos algo que aprender de los demás, pero eso no implica la imitación de estos, sino la superación de nosotros mismos.