3/3/10

Sonría por favor


Cada vez me toca un poquito más las narices el grito de alarma de: "los chinos están comprando todos los comercios, van a acabar con el comercio local." Pues bien, hoy me he tomado un café en un bar de esos de toda la vida: he tenido que llamar a la camarera de un extremo al otro de la barra porque no se dignaba a venir a atenderme, ha venido con cara de perro, cuando le he preguntado cuánto era me ha dejado solo en la barra con el dinero en la mano y para colmo el café estaba frío. Y esto no es un ejemplo aislado, es algo que suele pasar muchísimas veces, sobre todo en los bares de Pamplona, ciudad en la que parece que te están perdonando la vida cuando te sirven una caña. Ayer me tomé el café en un bar chino: el camarero me recibió sonriendo, acudió a atenderme en cuanto me acerqué a la barra, me sirvió el café caliente, me cobró cuando le pedí que me cobrara (cosas todas estas que no debería tener ni que mencionar, pues entran dentro de lo que deberíamos entender por lógico) y, como plus, atendió pacientemente a todos los disparates que a mi compañero de cafeína se le ocurrieron con un libro de chino en la mano (y esto ya no tenía por qué haberlo hecho, así que ya me ha ganado como cliente). Y esto sí es algo bastante habitual en todos los bares regentados por chinos.

Esta anécdota que acabo de contar, por desgracia, es aplicable a casi todo tipo de comercio: los comerciantes chinos generalmente te atienden, te sonríen y te tratan con amabilidad, mientras que los comerciantes españoles muchas veces son ariscos y antipáticos. Visto así cómo vamos a extrañarnos de que aquellos tengan éxito en sus negocios mientras vemos como los que siempre nos han acompañado van cerrando poco a poco. Antes no quedaba más remedio que tragar, pues en todos lados era lo mismo, pero ya no es así. Ahora tenemos empresarios de ojos rasgados que por lo visto son bastante más avispados, al menos lo suficiente como para darse cuenta de que si alguien deja dinero en tu local no lo puedes tratar mal, regla básica que parecía habitar alguna especie de limbo hasta su llegada.

Hay bares en Pamplona a los que yo procuraba acercarme lo menos posible por la antipatía congénita de sus camareros, y a los que he empezado a ir al cambiar estos a manos orientales. Y si los locales "patrios" se van todos al garete, pues qué quieren que les diga, bien poco culpable me sentiré yo. Que sonrían y nos atiendan como es debido, y entonces acudiremos.

2 comentarios:

El compañero de cafeína dijo...

Yo soy de los que me quejo de la llegada de ciudadanos orientales que se hacen con los comercios tradicionales, pero lo entiendo perfectamente y estoy contigo en que estos tienen la amabilidad y el servicio de que aquellos carecen.

Un abrazo!

Black Queen dijo...

En realidad no deberíamos quejarnos de eso: ellos sólo se buscan la vida como hacemos todos, y en ocasiones con mucho más acierto, parece que eso es lo que nos jode. Si debemos quejarnos contra alguien es sin duda contra el gobierno que les ofrece una serie de ventajas fiscales de las que nosotros carecemos. Así que la competencia desleal de la que tanto se habla es culpa, en exclusiva, del gobierno, porque, no seamos hipócritas, si nos las ofrecieran a nosotros también las aprovecharíamos.