14/4/10

Tente

Este era mi favorito

Es mentira que el tiempo nos dé alcance de forma gradual, lo hace en un instante y carga sobre nuestras espaldas todos los años de los que no éramos conscientes. Digo esto porque el otro día cayeron sobre las mías al menos veinte años en un instante y sin ninguna consideración. Estaba con un amigo buscando un regalo de cumpleaños para su sobrino, y lo que debería haber sido rápido (un ¿qué juguetes están de moda ahora mismo entre los críos; pues éste, éste y éste; bien, me llevo esto entonces), se convirtió en una suerte de tortura psicológica al dejarse llevar el tío por la nostalgia.

El caso es que allí estábamos mirando juguetes cuando, como he dicho, mi amigo sufrió un ataque de nostalgia y decidió que iba a regalar a su sobrino uno de los juguetes con los que él jugaba de niño (ha llovido desde entonces) y detuvo a una de las dependientas de la juguetería para preguntar: ¿Tenéis Tente? Para los desmemoriados o para aquellos que no puedan tener memoria de esto, explicaré que Tente era una marca que comercializaba muñecos, robots, barcos y demás, que se montaban por piezas. Esto es, tú (yo) eras un crío que recibías una caja de mediano tamaño, la abrías y ahí dentro sólo había miles de piezas (no eran tantas pero lo parecían) del tamaño de una de las teclas del ordenador. Junto con ellas venía un dibujo de aquello en lo que todos esos trozos de plástico debían convertirse. Entonces comenzaba el montaje, o lo que es lo mismo, tenías a tu padre durante dos horas esclavizado montándote el juguete para poder dejar volar la imaginación lo antes posible.

La dependienta puso cara de asombro ante lo que parecía la pregunta de un marciano, antes de soltarnos, así, a bocajarro, que eso hacía la tira de años que ya no se fabricaba, y que había sido sustituido por otra marca de nombre impronunciable. En ese momento nos dio el tiempo alcance, con los veinte años que hacía que nosotros jugábamos con los Tente. Desaparecidos. Para siempre. Y con ellos nuestra infancia, de cuya pérdida parecíamos no ser conscientes.

Pero al final el niño tiene su regalo: un flexo. Prueba de que el tiempo es también un gran enemigo de la imaginación. Mientras nuestra mente se refugia en la niñez tenemos ideas (ya verás que juguete más guay: un Tente) pero una vez que nos quitan eso no encontramos en el presente nada que nos sirva de soporte fantástico. Quizá es que perdemos la imaginación al crecer y si nos quitan los elementos de aquella época en la que la tuvimos nos vemos perdidos. Quizá.

2 comentarios:

Marga dijo...

A mi me encantaba el Tente, eran unas tardes mágicas. Ya no recordaba que había que reproducir el objeto de la fotografía.

Saludos

Nostálgico dijo...

Qué va! Supongo que me dejaré enbaucar por los Gormiti, que son lo que ahora están de moda. Pero, ¿acaso no notaste con que forma insistente miraba los Playmobil? A rey muerto, rey puesto!

(Aunque reconozco que me jodio lo del tente)