14/11/10

Battlestar Galactica

*Este texto contiene spoilers. Para leerlos basta con seleccionar la parte que aparece en blanco.

El otro día terminé de ver la serie Battlestar Galactica, y no podía resistirme a escribir algo sobre ella, pues la experiencia había sido casi como ver literatura en imágenes, en una historia que mezclaba una reflexión sobre el funcionamiento político de la sociedad, y la eterna búsqueda de la trascendencia humana, cimentada sobre las bases narrativas de la Eneida. Es sin duda placentero encontrar todavía apuestas de tan alto nivel entre la ciencia ficción, y además consecuentes, cerrada esta en su cuarta temporada, sin alargarla innecesariamente ante la buena respuesta de la audiencia para acabar convirtiéndose en una degeneración ajena a aquello que era en un principio, como les ha sucedido ya a tantas series.

En ella, una civilización humana de otro sistema solar (Troya) es aniquilada por una raza de máquinas llamada Cyllon (Grecia), que había introducido entre ellos a un espía para eliminar sus defensas (caballo de Troya). Los escasos supervivientes deberán comenzar un largo viaje a través del espacio, guiados por el coronel Adama (Eneas), para encontrar un nuevo hogar cuya existencia sólo suponen y cuya ubicación desconocen por completo: la Tierra (Roma).

Con esta premisa argumental, los supervivientes deberán crear en su viaje una nueva sociedad desde cero, lo que dará lugar a un estudio de las luchas por el poder, la relación entre política y ejército, las crisis políticas, las revoluciones, los golpes de estado y las distintas soluciones a todo esto, siempre experimentando sobre el caldo de cultivo de una población reducida, lo cual, a todas luces, no simplifica las cosas, pues acaban por darse los mismos problemas de siempre: racismo, diferencias sociales, corrupción, desconfianza, crisis religiosas... Casi dando por sentado que todo nuevo comienzo para la humanidad es una condena a repetir siempre los mismos errores (tesis que se verá reforzada, aunque con un rayo de esperanza, en el último minuto del último capítulo de la serie).

La búsqueda de la trascendencia humana está basada en una bastante bien elaborada evolución de las religiones. Así, los humanos que inician el viaje adoran a una serie de dioses que se identifican con estadios anímicos y naturales, y que enseguida descubriremos que son los dioses grecolatinos, incluso con sus nombres originales. Tenemos, pues, a una civilización de tecnología futurista, con una sociedad del siglo XX y una espiritualidad muy atrasada. Los Cyllon que casi los han destruido, en cambio, lo han hecho en nombre de un único Dios verdadero del que todos somos hijos, y están convencidos de que siguen un plan divino que todo lo justifica, así que perseguirán a los humanos supervivientes para exterminarlos y cumplir así la voluntad de Dios en su particular cruzada.

Pero estos planteamientos tan evidentes irán modificándose a lo largo de la serie, y al tiempo que evoluciona la visión de Dios, provocando un cisma entre los creyentes, la nueva religión comenzará a ganar adeptos entre los humanos supervivientes, creando nuevos enfrentamientos religiosos entre estos y los seguidores de los antiguos dioses de Kobol, encarnados en Zeus y compañía.

Sin embargo todo dará un giro bastante acertado, aunque un poco cruel si tenemos en cuenta cómo había ido evolucionando el espíritu religioso a lo largo de la serie. En la última temporada seremos informados de que todo eso ya había sucedido antes, y que la nueva civilización humana había sido un intento terminar con la espiral de violencia que había llevado a su fin a una civilización anterior, pero que había fracasado también, motivo por el cual fue destruida y condenada a vagar por el universo para buscar un nuevo hogar. Llegados a este punto, la destrucción de Kobol por los Cyllon se entiende como un diluvio universal, y el viaje a bordo de la Galactica es el que Noé tuvo que pasar hasta encontrar Tierra de nuevo. Incluso, tal y como Noé tuvo que convencer a Dios para que no destruyera lo poco que había sobrevivido, ellos deben convencer, hacia el final, a los Cyllon de que no destruyan a la humanidad superviviente. No sólo hemos asistido al cambio de la antigua religión por la nueva, sino que incluso la serie en sí ha cambiado el paganismo por el cristianismo, revelando al final una suerte de Dios dual sin sexo ni raza, que engloba en sí mismo todas las diferencias existentes entre nosotros.

En resumen, produce alegría encontrarse con tan excelentes productos, y reconozco que me he quedado con ganas de más (aunque aliviado por que terminara donde tenía que terminar y no se alargara innecesariamente), así que me pondré a ver Caprica, aunque con algunas reticencias, pues no es tan bueno lo que he oído sobre este spin off.

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