2/8/09

Diarios madrileños (5)


Incluso algo tan inocuo como sentarse en un banco a leer resulta peliagudo para mi salud mental en esta ciudad. Seré telegráfico, literalmente:

Llego a un parque. Stop. Me siento en un banco a la sombra. Stop. Quedan libres otros cuatro bancos a la sombra a mi alrededor. Stop. Llegan dos viejos y se sientan en el mismo banco que yo, empujándome ligeramente a un lado. Stop. Llegan dos viejos más y los primeros se levantan. Stop. Vuelven a sentarse, uno directamente sobre mí por lo que tengo que levantar mis manos para impedir ser aplastado. Stop. No se oye ni una disculpa. Stop. Uno de los viejos me espeta: Muévete para allí ¿o qué?

Me largué de allí, aunque debería haberlos echado a ellos. Hace un año no me habría movido, o al menos les habría contestado como merecían. Eso es lo que más me jode. Además de tocarme los huevos a diario, esta ciudad me está ablandando.

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