20/8/09

Puerta del Sol 1900

Su figura emergía difuminada en la plaza, con tanta lentitud que el estatismo que transmitía parecía apoderarse también del resto de los personajes que allí se hallaban. Apenas una franja de carne en la que se adivinaban sus agrietados ojos se dejaba ver a través del ínfimo hueco que permitían una gorra inclinada adelante y las solapas levantadas de un abrigo de lana. Nadie se percató de su presencia, tan ocupados estaban todos en torno a un enorme objeto que parecía revestir un interés fuera de los común. Desde mi posición no podía distinguirse de qué se trataba, aunque parecía ser alguna especie de gigantesca olla metálica negra. El caso es que no se veían brasas encendidas bajo ella ni en ningún otro lugar y... ¿de qué iba a servir una olla sin un fuego al que arrimarla? Y viendo las trazas de los congregados (abrigos raídos, sombreros estropeados, pañuelos desgastados sobre las cabezas de las mujeres, barbas descuidadas, algunos cubiertos por mantas agujereadas...), sólo un fuego y una comida podían reunirlos con tal efectividad. Al observar con más atención vi cómo, en la base del misterioso objeto, estaban apoyadas las cabezas de algunos de los congregados. Entonces comprendí. No era comida lo que allí se habían acercado a buscar. En seguida vi más objetos idénticos que al principio me habían resultado invisibles por la aglomeración. Se trataba de los hornillos destinados a calentar la brea para el asfaltado de la Puerta del Sol, ya apagados pero calientes todavía, y los allí congregados se habían acercado en busca de aquel calor. Todos ellos gente de la calle que en raras ocasiones encontraban estufas semejantes, y que habían visto la ocasión de dormir calientes aquella noche, mientras no se enfriaran los hornos. El hambre no iba a desaparecer, pero al menos aquello aliviaría parte de su pesada carga. Y allí se amontonaban, unos sobre otros, formando una montaña de telas mermadas por el tiempo y la intemperie, un gigantesco carro de ropavejero hambriento de nueva mercancía que no dejaba de encontrarse por las calles.

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