1/9/09

Diarios madrileños (7)


El domingo pasado me gané sin duda el Infierno, si es que existe. Y es que debo de estar contagiándome de esta ciudad y estar volviéndome madrileño, porque si no, no me lo explico, no tiene excusa mi reacción.

Iba por la calle intentando buscar un local para ING y conseguir así algo de pasta, que buena falta me hace, cuando uno de los miles de mendigos que tiene está ciudad comenzó a pedirme dinero. Yo lo ignoré, que es lo que tienes que hacer aquí si no estás forrado, pues te asaltan una media de quince de ellos al día. Pero él no se dio por vencido y comenzó a seguirme mientras me pedía para un vaso de leche, esa forma que usan tan a menudo para potenciar la lástima que pueden provocar en el viandante despiadado, pedir no dinero, sino "para algo", aúnque en este caso tengo la impresión de que la necesidad era bastante real (no siempre lo es, y no lo digo por ese lavaconciencias de: ¿para qué usará el dinero?). Yo estaba con los nervios y el cabreo por el atraco del día anterior aún a flor de piel, y el seguimiento que me hizo por la acera fue algo que no pude soportar, así que me giré y le espeté sin que se lo mereciera: "Dame, dame, dame, ¿me vas a dar tú a mí todo lo que nos robaron ayer?" Entonces, con voz lastimera y casi seguramente ensayada (lo que no me excusa), respondió que sentía haberme ofendido, que sólo me estaba pidiendo un vaso de leche.

Continué andando pero los remordimientos me asaltaron, de modo que entré a un chino, compré una caja de leche y un bizcocho y deshice mi camino para encontrarlo, al tiempo que separaba algo de dinero para no tener que sacar la cartera delante de él (aún me puede la desconfianza). Supongo que mi actitud nada tenía que ver con disculparme ni con hacer las cosas bien, pues tanto yo como el resto de humanos parecemos estar bastante insensibilizados ante esta situación, sino con liberarme de los remordimientos y la mala conciencia que mi acto anterior me estaba produciendo. Al final, tras regresar a donde me lo había encontrado y no verlo, y pasar casi una hora dando vueltas por la zona, no pude dar con él. No pude resarcirme de mi mala acción, más que resarcirlo a él (supongo).

El dinero ha vuelto a mi cartera. La caja de leche y el bizcocho están en mi despensa acusadores, no sé muy bien que hacer con ellos.

2 comentarios:

Galatea dijo...

Me alegra ver que en el fondo aún te queda algo de humanidad debajo de toda esa bilis que últimamente escupe tu boca. Sólo tienes que potenciarla un poquito y ya verás cómo las cosas te van, auque sea, algo mejor.

Black Queen dijo...

No sabes tú bien la que todavía me queda por segregar. Además, la humanidad prefiero usarla sólo con los humanos, y por aquí hay pocos.