28/3/08

Títulos universitarios

Quizá sea cosa mía o quizá esta sociedad se esté yendo definitivamente a la mierda, pero es increíble ver cómo los especialistas en algo son en realidad especialistas en nada y cómo los licenciados en lo que sea lo son tan solo porque en su día pagaron el precio de la matrícula.

Estaba yo tomando un café tranquilamente en una cafetería cercana a la Facultad de Filosofía de la UB, cuando entraron dos chicas que parecían salir de algún examen, no por nada, sino porque iban quejándose de alguna de las preguntas que les habían formulado. Mi conocimiento de la filosofía es tan sólo superficial, el de ellas debería ser mucho más extenso (no tardaría en darme cuenta de mi error), pero no pude evitar que todos los pelos de mi antebrazo se erizaran e intentaran huir de aquel lugar cuando las oí cruzar a Sade con Niechtze. Que, claro, a todos nos podría pasar (no recuerdo sus palabras pero les aseguro que reinventaron toda la historia de la filosofía), un error lo tiene cualquiera y yo ya me disponía a perdonarlas por él cuando cuando escuché las palabras asombradas de una asegurando que ella no sabía eso (ni tú ni nadie, en serio, sólo la descerebrada de tu compañera), y claro, pues como no lo había escrito, iba a suspender. A lo que la otra respondía que sí, que sí, que era así, y que por suerte ella lo había puesto (lo que daría por colarme en los ojos de su profesor y poder comtemplar por un instante ese examen, tiene que ser mejor que un diálogo de los Hermanos Marx).

¡Dos estudiantes de filosofía! ¡Y yo no he tocado esa asignatura desde que la vi por última vez en aquel curso ya extinto llamado COU!. Debería haberme marchado entonces y así me habría evitado oír lo que vino a continuación. Parece que ya aburridas de su examen comenzaron a contarse anécdotas. Dos de ellas fueron las que llamaron la atención, una referente a un tipo que parecía que había conocido una de ellas hacía un tiempo, otra referente a un profesor de antropología. La primera carecía de mayor interés, al menos en principio. La chica hablaba de un amigo al que le gustaba la filosofía pero que sólo leía a autores extrañísimos, como a un tal Shakanzehauser u otro que era algo así como Kirakaroud, pero claro, le faltaba la base, porque luego le hablabas de Platón o de Aristóteles y no tenía ni idea.

La segunda historia era mejor. Le habían presentado a un profesor de antropología de no sé qué universidad y este le había preguntado si conocía a algún filósofo cristiano de la Edad Media. Ella había respondido que sí pero poco (¡sí, pero poco!, ¡una estudiante de filosofía!), que conocía a Santo Tomás, a Tomás de Aquino... En ese momento yo ya estaba imaginando la cara de horror del antropólogo que había tenido la desdicha de encontrarse con ella. ¡De modo que Santo Tomás y Tomás de Aquino! A esa chica no se le había ocurrido unir los “dos nombres” y evidentemente el de Santo Tomás de Aquino no le decía nada. Seguro que ante las palabras Summa Theologiae la cabeza le habría empezado a dar vueltas por sobrecarga de información o algo así. Es más, en ese momento empecé a dudar de si ese tal Shakanzehauser no sería en realidad Schopenhauer, y el otro, Kirakaroud, Kierkegaard. Pero eso es imposible averiguarlo ya.

En este estado se encuentran la mayoría de los licenciados en nada de este país (y quien dice país dice lo que sea). Empiezo a pensar que la universidad no es más que un período sabático de cinco años y luego ya le tomaremos a alguien el pelo con nuestro título. He visto a Humanistas afirmar que la literatura barroca se dio durante el siglo XVIII, a periodistas que en su vida habían oído hablar de un tal Grice, a arquitectos que querían hacer auditorios con estructuras metálicas porque era “más moderno”, a filólogos convencidos de que Don Juan Tenorio de Zorrilla es una novela, a estudiantes de medicina diciendo ufanos que para qué querían aprenderse todos esos libros de anatomía si no tenían que ver nada con la especialidad que ellos iban a hacer (no quiero ni pensar qué especialidad era esa), a abogados escribiendo estudios totalmente ininteligibles para supuestamente clarificar el sentido de una ley y a comunicadores asegurando que los discursos es mejor no prepararlos demasiado.

Denles unos años más a las universidades y acabaremos creyendo que la falsa rebeldía de las letras del rock son el auténtico camino que debemos seguir. Luego vendrá el desastre, si no estamos ya en él.

4 comentarios:

Sukaldari dijo...

5 años de cerveza tras cerveza.

Galatea dijo...

Creo que estás exagerando un poco la situación cultural de este gran país que es ESPAÑA. Si bien es cierto que hoy en día los conocimientos de este pueblo no son tan académicos como lo eran antaño, es también cierto que esta carencia cultural está de sobra suplida con otro tipo de cultura, quizá no tan erudita, pero igualmente válida y mucho más moderna. Así que puede que tus dos amigas no conocieran a Santo Tomás de Aquino, pero para qué perder el tiempo con filósofos trasnochados teniendo los monólogos de Buenafuente; de esta manera los estudiantes de medicina suplirían los tediosos libros de anatomía por las sabias a la par que entretenidas enseñanzas de House; y los abogados aprenderían las leyes con Shark; asimismo, ¿para qué quieren conocer los periodistas a Grice, si ahora el que se lleva es Mariñas o la no menos letrada María Patiño?; y quizá poca gente haya leído el Tenorío, pero ¿los vamos a llamar incultos si han suplido esa carencia con El código Da Vinci, que además de ser literatura es historia?
Por tanto, no te permito que critiques nuestra sociedad, pues creo que podemos ir por el mundo con la cabeza muy alta.

Black Queen dijo...

No te falta razón: ya me siento más seguro sabiendo que nunca contraeré lupus, pues es lo primero que mis médicos eliminarán, que puedo hacer lo que quiera a quien quiera sin importar las consecuencias morales siempre que tenga gracia y que puedo entrar en la historia de la literatura golpeando teclas al azar a ver qué sale.
Y propongo cambiar las máximas de Grice por las de María Patiño:
-Principio de la voz estridente: cuanto más agudo y molesto sea u timbre antes se darán cuenta los demás de que tú tienes razón.
-Principo de arriba y abajo: si te levantas para abroncar a alguien ganarás enteros que te harán parecer portador de la verdad y la justicia.
-Principio de la niñata: comporarse como una quinceañera hará que tu discurso parezca fresco y te ganarás lasimpatía de todos.
-Principio de la hoja garabateada: mostrar un papel con calquier tipo de dibujito se convertirá en una pruba de lo que sea si tu dices que lo es con la suficiente contudencia.
Ahora se mete esto a 180º y a esperar la nueva horneada de periodistas.

Black Queen dijo...

Joder, no he dado ni una con las teclas. La próxima vez lo releo antes de darle a publicar.